10 de diciembre de 2013

Tianguista: te envidio

Tengo que confesarles que tengo severos problemas con los tianguistas y ambulantes. Me da mucho coraje verlos como personas que se aprovechan de la frase “la unión hace la fuerza” para evadir las responsabilidades que el resto de los mortales de la clase media tenemos que cargar, sobre todo aquellas que tienen que ver con “ser formal”, es decir, pagar impuestos, darle un seguro a los empleados, hacer trámites de autorizaciones y pagar permisos, etc.
Traigo esto a la mesa por los recientes sucesos en el centro de Querétaro y en el Mercado Escobedo, donde se suscitaron algunas peleas entre inspectores y ambulantes a los que intentaban retirar tras los justos reclamos de los comerciantes establecidos que ven afectadas sus ventas por los mencionados personajes, que así tan simple y tan sencillo se colocan en la puerta de cualquier negocio a hacerle competencia sin los inconvenientes de pagar renta, sueldos o dar factura, cobijados bajo las alas de las poderosas organizaciones de “comerciantes” que los usan como moneda de cambio en cada elección para asegurar su permanencia y poder de negociación. Por eso nadie les hace nada.
No es un problema nada más de Querétaro, en todos lados es una lucha constante entre el comercio establecido y los informales (qué chistoso que los respeten tanto y no les digan “ilegales”, finalmente lo que hacen está fuera de la ley) y el respeto que les tienen como fuerza electoral es evidente en todos los niveles de gobierno. Si no, simplemente hay que ver las reformas propuestas en materia hacendaria en las que no se contempla ninguna medida para recaudar al menos un poco de este sector. Es más, eliminaron el Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IED), supuestamente creado por el ex presidente Felipe Calderón para poder gravar de algún modo las ganancias de este grupo (aunque de paso también se llevaba a algunos otros, claro).
Podrán decir que los tianguis y puestos ambulantes son necesarios porque ofrecen opciones baratas para sus compradores. Pero quien haya ido últimamente a comprarles podrá darse cuenta que la diferencia de precios no es muy alta respecto a comercios establecidos. Y si han ido al famosísimo y tradicional tianguis de La Cruz, se darán cuenta de que algunas cosas como ropa y accesorios están incluso al mismo precio de tiendas de marca con el inconveniente de que ¡no son cosas de marca!
Y hablando precisamente de eso, es un tache más que desde mi punto de vista hay que ponerle a los negocios ambulantes: ofrecen mercancía de muy baja calidad o “pirata”. Y si tengo problemas con los ambulantes, no se diga con la piratería. Se me hace el negocio más bajo del mundo tomar el esfuerzo de alguien, copiarlo y aprovecharte de él sin ningún esfuerzo. Es una falta de respeto incluso a la propia capacidad; es como decirle al mundo: “soy un inútil, no puedo hacer nada por mí mismo, soy incapaz de hacer algo propio y necesito robar de otros las ideas que no puedo generar yo”. Más bajo no se puede caer.
Este abuso se comete descaradamente a la luz del día, pero pareciera que las autoridades son ciegas y sordas cuando de mano dura contra los ambulantes se trata. Poquísimas veces se hacen operativos contra la piratería y cuando se llegan a hacer, generalmente no hay detenidos, solo mercancía asegurada (¡ja!, como si les saliera tan caro reponerla, de a peso por “peli”). 

Pareciera que los gobiernos evitan a toda costa las confrontaciones con estos grupos, porque si lo hacen, se enfrentan a la posibilidad de una respuesta violenta, como sucedió esta semana. Y peor aún: se enfrentan a la posibilidad de perder un montón de votos asegurados por los líderes a los que solapan. Por eso los ambulantes ni se preocupan ni se acongojan, porque siempre hay un lugar para ellos bajo las alas del poder. Si alguien se queja mucho, los reubican; si no tienen luz, se las ponen (noten que en los lugares donde normalmente se instalan les tienen cajas con contactos, ¡vaya cinismo!); si necesitan algo, se los proporcionan (en Calzada de Belén y en Sombrerete, por ejemplo, les pusieron bases para que puedan colgar cómodamente sus lonas); les permiten cerrar calles impunemente, cosa que ninguno de nosotros puede hacer, ¿o sí? Por eso, más que coraje, les tengo envidia: ojalá el gobierno a mí –o a cualquiera de nosotros- nos tratara tan bien.
*Publicado el 6 de octubre en El Mosquito

No hay comentarios.: