Ayer
terminé de dar un curso en el Instituto de Capacitación y Estudios de Seguridad
del Estado, en donde se forman y capacitan los futuros policías de la ciudad.
Vi a una generación de cadetes graduarse (empiezan sus labores el lunes) y
otras tres están en proceso, un poquito más allá de la mitad. Le di clase a un
total de 120 oficiales en formación.
Lo que
puedo decir de esta experiencia es que fue tan sorprendente como satisfactoria.
Lo que me causó sorpresa fue saber las condiciones en las que estudian, los
sacrificios que algunos tienen que hacer para ingresar y después permanecer en
el colegio, las problemáticas tan duras que algunos de ellos han vivido y las
dificultades que enfrentan durante su formación.
La
experiencia de ser cadete es en sí extraordinaria. Para empezar, están
internos, llegan los lunes a primera hora y salen los sábados en la tarde.
Viven, comen y duermen casi toda la semana en el instituto. Su rutina inicia
muy temprano con sus ejercicios y todo el día están en entrenamiento, tanto
físico como académico. Toman clases sobre leyes, reglamentos, desarrollo
humano, manejo de conflictos, derecho, manejo del estrés, redacción, entre
otras y en cuanto al ejercicio tienen acondicionamiento físico, rapel,
intervención, atención de disturbios urbanos, patrullaje en bicicleta, corren a
todas horas, se asolean, madrugan y se duermen muy tarde. Esta extraña
comunidad que se conforma de la noche a
la mañana y que es obligada a convivir, colaborar, participar y compartir con
un montón de extraños sin decirles “agua va”, conforma una experiencia humana
extenuante en todos los aspectos. Por eso, para mí es aún más sorprendente ver
el entusiasmo con que muchos de ellos toman su carrera policial. La disfrutan
en serio; la mayoría tiene una gran vocación de servicio y en general podría
decir que entre mis alumnos y alumnas había muchas buenas personas.
Se me
olvidaba mencionar que me divertí mucho. Debido al enorme estrés en el que
viven día a día, la risa de vuelve una válvula de escape, así que aprovechan
hasta la más pequeña oportunidad para hacer un chiste y sacar a relucir su
sentido del humor. Nunca me había reído tanto en las clases, ni siquiera cuando
era estudiante.
Al
Instituto aplican una gran diversidad de personas, así que hay de todo: muy
jóvenes y no tanto, solteros y casados, con hijos y sin ellos, gente de
diferentes ciudades, algunos con experiencia en algún tipo de corporación
policiaca y otros muy novatos, lo cual vuelve el proceso aún más enriquecedor
para todos, alumnos y maestros. Sin embargo, a pesar de tanta diversidad, la
gran mayoría coincide en una cosa: que la parte más difícil de su formación es
separarse de su familia.
También
pude darme cuenta de que tenía muchos prejuicios al respecto de los policías y
honestamente muchas de estas creencias cambiaron al conocerlos porque muchos de
ellos lo están apostando todo para poder convertirse en elementos en activo y
este paso tiene un gran significado en sus vidas porque en él tienen fincadas
sus esperanzas de superación personal y de ofrecerle a sus familias una vida
mejor. Y no miento cuando digo que muchos de ellos en verdad lo necesitan
porque están en situaciones muy complicadas.
Para mí fue
muy satisfactorio contribuir un poquito con este proceso; decidí tomar la
oportunidad que se me ofrecía porque para mí es una manera de formar parte de
la solución a un problema del cual muchos nos quejamos. Participar en la
formación de un policía (o bueno, de muchos) es una responsabilidad enorme,
pero creo que vale la pena si con eso podemos ayudarlos a mantener ese buen
corazón y las buenas intenciones que en primera instancia los impulsaron a
inscribirse en el curso de formación.
Esta es una
de las experiencias más satisfactorias que he tenido en mi vida laboral y no
exagero cuando digo que pocas veces me había sentido tan útil dentro de un
trabajo. Definitivamente sería genial volver a tener la oportunidad de
colaborar con ellos, así sentiré que aporto un poquito a generar ese ambiente
seguro que todos queremos tener en Querétaro.
*Publicado en El Mosquito el 29 de septiembre
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