10 de diciembre de 2013

Iglesia y deseos

La nota que acaparó los noticieros locales hacia el final de esta semana fue la acusación hecha contra el sacerdote Arturo Méndez Camacho por presuntos abusos deshonestos contra dos menores de edad. Este suceso ha causado expectación ya que Méndez podrá seguir su proceso en libertad, pues el Código Penal del estado no tipifica esto como delito grave, lo que ha generado indignación en la comunidad.
Será la justicia quien determine el resultado del caso, sin embargo, un suceso como este siempre desata preguntas respecto a los motivos que pueden llevar a una persona a abusar de un menor de edad. Estaba dando una clase, cuando el tema que presentaba dio pie a la discusión sobre este suceso; hablábamos de cómo se confrontan en nosotros las necesidades contra los deseos y cómo una necesidad no resuelta puede llevarnos al punto de la obsesión o la distorsión.
Comentaba con mis alumnos que las necesidades son todo aquello que nuestro organismo requiere en diferentes niveles: físico, emocional, intelectual, espiritual, etc. Estas necesidades pueden resolverse con diversos satisfactores y es eso lo que los diferencia de los deseos, que son las necesidades del organismo convertidas en un capricho de nuestra mente en donde creemos que hay un único satisfactor: quiero eso y nada más. La cosa se complica cuando por razones diversas reprimimos nuestras necesidades y entonces la forma de satisfacerlas comienza a tomar formas insospechadas en nuestra mente, llevándonos a la obsesión, al enviciamiento o incluso a la aberración.
El pensar en esto nos remite a la discusión sobre la pertinencia de mantener el celibato en los sacerdotes católicos y sobre cómo el eliminarlo podría servir para prevenir los delitos sexuales cometidos por algunos de ellos (sí, esos que no supieron atender su necesidad adecuadamente y distorsionaron el satisfactor para ella). El sexo es definitivamente una necesidad orgánica, sin embargo, además de negarles el derecho a las relaciones sexuales, la postura de algunos sectores de la Iglesia es que la masturbación es pecado y además, ¡mortal! Esto pueden comprobarlo en sitios como este donde está publicado el artículo “¿Es un pecado mortal la masturbación? Sí”. Entonces, ¿qué opción tienen los sacerdotes para satisfacer una necesidad presente en su organismo? Ninguna y eso es precisamente lo que causa problemas, ya que muchos de ellos probablemente puedan controlar sus impulsos, pero habrá otros que comiencen a generar fantasías sobre la forma de liberarlos y unos pocos llegarán al punto de materializar estos pensamientos a través de hechos lamentables.
En la discusión sobre el celibato, la posición de la Iglesia ha sido siempre determinante: es una regla que está lejos, muy lejos de poder siquiera evaluarse. Simple y sencillamente se mantiene. Las voces en contra de él son más bien externas, derivadas sobre todo de la mediatización de crímenes sexuales cometidos por sacerdotes y el duro cuestionamiento hacia las autoridades eclesiásticas que, en lugar de proteger a las víctimas, generalmente actuaron para proteger a los agresores, intentando enterrar los hechos y pretendiendo que no sucedía nada grave. En todo caso, se trataba de reubicarlos y confiar que no lo volverían a hacer. Y después se muestran preocupados porque están perdiendo feligreses y se preguntan por qué se van.

Estos casos nos llevan a analizar cosas profundas referentes a la naturaleza humana y a preguntarnos cuáles son los límites que podemos y los que no podemos romper. También nos hacemos preguntas respecto a la forma en la que podríamos encontrar un equilibrio entre las necesidades y deseos de una sociedad, las de una institución como la Iglesia Católica y las de los individuos. ¿Será más importante mantener a ojos cerrados una regla que desde hace siglos ha definido la labor sacerdotal o será momento de hacer preguntas al respecto? ¿Será más importante cumplir con una supuesta vocación que cumplir con una necesidad válida del individuo? ¿Si este no es el momento de discutir estos temas, entonces cuándo? ¿Qué papel juega la sociedad en todo esto? Estaremos pendientes del resultado del proceso y  veremos a dónde nos lleva en lo institucional, lo social y lo personal la reflexión generada alrededor de todo esto.
*Publicado el 24 de noviembre de 2013 en El Mosquito
**Imagen tomada de www.vaticanocatolico.com

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