10 de diciembre de 2013

La generación del milenio

Hace dos semanas les contaba mi impacto por aquellos papás que están sujetos a los caprichos de sus hijos y su incapacidad para ponerles límites y decirles que no.
Ayer por la noche, veía un programa de televisión en el que una “niñera” experta ayudaba a los papás de dos adolescentes a lidiar con la carga que sus hijos representaban ya que no eran capaces de hacer una sola tare a en el hogar. Literalmente ninguna. De hecho, me consternó una escena en la que el hijo (que además no es adolescente, sino que tiene ¡19 años!) está jugando videojuegos y le pide al papá que por favor le ponga unos calcetines… ¡y el papá obedece y se los pone! Me quede boquiabierta. Y la peor parte es cuando entrevistan al hijito mimado y dice: “esto es culpa de mi papá, él me educó así y ahora es su responsabilidad”. Cruel, pero tiene razón.
Cuando escuché eso no pude dejar de pensar en mis alumnos de universidad. Muchos de ellos tienen esa actitud de “tú eres responsable de bienestar y te corresponde brindármelo a cualquier precio y yo no tengo por qué hacer nada para ganarme nada porque todo me lo merezco”. En serio, estos chicos (llamados en inglés “milenials” o “generación del milenio) salen al mundo con una actitud que parece un tanto malcriada y retadora, en la que la prioridad son sus necesidades, enseguida sus necesidades y al final sus necesidades, pero eso sí, sin esfuerzo de por medio.
Son varios los factores que determinan estas actitudes de los “millenials” (a los cuales, según la agencia OMD, también pertenezco por un pelito, pues abarca a los nacidos entre 1981 y 1996). El acceso a la tecnología que ha facilitado su vida es uno de ellos. Otro factor es el haber nacido en familias menos numerosas, lo que incrementó la “renta” por niño, por lo que tuvieron mejores opciones en materia económica y educativa. Son jóvenes preparados académicamente, pero que han tenido que enfrentarse al actual entorno de crisis mundial en el cual, tener un título no es suficiente. También han alargado la estancia en casa de sus padres, en algunos casos hasta los 30 años o más, en parte por la falta de empleos bien remunerados y en parte por la comodidad que esto implica (porque son algo aprovechados de unos papás que darían todo por ellos).
Otro aspecto que los determina es su deseo de llevar una buena vida, no como sus padres que aprecian cualquier trabajo siempre y cuando esto implique buenos ingresos. Para los millenials es mejor no tener empleo que tener uno que no les guste (y entonces seguir de lapa en casa de sus papás, mantenidos por ellos).
Una gran inteligencia, su interés por la moda (de la buena), el acceso y uso familiar de la tecnología y la cultura pop son rasgos que los definen. Y tienen cosas buenas también, pues tienen una gran capacidad de adaptación, interés por tomar responsabilidades en sus organizaciones, gran facilidad para vislumbrar las necesidades del mercado y no muestran miedo alguno para tomar riesgos, características que según la agencia Deloitte, deberían ser altamente apreciadas por los grandes corporativos.
Entonces, ¿cómo sacarle provecho a lo bueno y minimizar las características negativas en los millenials?  Enfrentándolos a retos personales e intelectuales, porque ya mencioné lo mucho que les gustan. Poniéndoles metas y objetivos, participando con ellos de su interés por una buena calidad de vida, incentivándolos a involucrarse en actividades colectivas y, sobre todo, poniéndoles límites claros desde el inicio. Suena fácil, pero no lo es tanto para la generación anterior, los baby boomers, quienes quisieron evitar a toda costa que sus hijos sufrieran lo que ellos y por eso los mimaron hasta el cansancio (y en algunos casos, siguen haciéndolo). Los padres de estos chicos en verdad sufren al poner responsabilidades en sus hijos y padecen mucho más cuando tienen que hacerles ver las consecuencias de sus actos. Por eso hay algunos muy acostumbrados a romper los límites: porque al final nunca les pasa nada. Solo tienen que hacerse los sufridos un poco y tarde o temprano los padres y maestros cederán.

No quiero caer en el viejo cliché de “todo tiempo pasado fue mejor”. Creo más bien que debemos adaptarnos a las características de esta nueva generación y hacer lo posible por sacar a flote sus cualidades, que son muchas y muy interesantes en un entorno global en el que su adaptabilidad y su capacidad para tomar retos pueden hacer la diferencia.
*Publicado el 27 de octubre en El Mosquito
**Imagen tomada de www.altag.net

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