Es un
completo cliché, pero en serio esto pasa solo en México: Vivimos en un estado donde, por
un lado, los mismos legisladores se jactan de aprobar una ley que prohíbe los
espectáculos circenses con animales y, por el otro lado, exaltan la fiesta
brava elevándola a nivel de “patrimonio”. Simple y sencillamente no hay
congruencia.
Apenas en
diciembre del año pasado se publicó en el número 77 del periódico
oficial La Sombra de Arteaga el decreto en el que se determina que la fiesta
brava es “patrimonio cultural inmaterial del estado”. En dicha publicación se
justifica la decisión argumentando que refleja la “identidad cultural y social”
de los queretanos. Incluso se estableció el tercer fin de semana del mes de
mayo, para la celebración de un festival para conmemorar esta “tradición”.
A casi un año de la aprobación de dicho decreto, ahora los
diputados locales se promovieron con bombo y platillos por ser los primeros en
aprobar una modificación a la Ley
de Protección Animal que impida la presentación de espectáculos de circo en los
que se presenten animales. El argumento principal fue que no puede permitirse
el maltrato que sufren los especímenes que pertenecen a estos sitios y se
difundió viralmente una imagen ensalzando el hecho de que somos el primer
estado en formalizar dicha prohibición junto con el hashtag #CircosSinAnimales.
¿Cómo
pueden convivir ambas cosas en un mismo marco legal? Se es, o no se es y los
argumentos para justificar por qué una cosa sí y la otra no son risibles, como
en el caso del diputado Marco Antonio León quien dijo que “hay que aprender a
discernir” porque el circo es maltrato y los toros, arte. Así, sin más. Qué
pobreza argumentativa.
Por ahí hay
voces que señalan que quizá todo esto tiene que ver, entre otras cosas, con
darle gusto al Gobernador José Calzada, quien tiene una conocida preferencia
por la fiesta brava (incluso fue fundador del grupo “Forcados Queretanos” en su
juventud). Además, Querétaro alberga a una gran mayoría de las ganaderías más
importantes del país, mismas que manejan junto con todos los vinculados al
negocio taurino un ingreso a nivel local que representa en total 657 millones
de pesos anuales. Y bueno, como botón de muestra de la influencia de este tipo
de empresarios tenemos al “Pollo” Torreslanda, además miembro activo del PRI.
¿Serán estos los intereses que no quieren atacar?
En estos
términos políticos y económicos, aparentemente los circos con animales no son
tan importantes para nadie, salvo para los nostálgicos que recuerdan cómo fue
que en estos lugares conocieron por primera vez un león o un elefante en vivo y
a todo color. Bueno, y para los empresarios circenses, claro.
Definitivamente
se puede argumentar mucho a favor y en contra de ambas posturas y ciertamente
la discusión podría tener muchos matices. Pero el punto no es ese. El punto es
que los legisladores no definen claramente sus criterios, hacen cosas que
aparentemente solo tienen como fin atraer cobertura mediática y cuando se les
cuestiona al respecto no dan las suficientes evidencias para poder defender sus
actuaciones.
Por
supuesto que la aprobación de esta modificación a la Ley de Protección
Ambiental es un gran triunfo para prevenir y evitar el maltrato a otros seres
vivientes, en este aspecto no hay ninguna duda. Pero haber dado este paso es
igual a haber puesto un pie en un lado de un abismo y tener el otro muy, muy
atrás, en un lado completamente opuesto. Los diputados están en este
malabarismo, haciendo equilibrio, tratando de mantenerse estables a pesar de la
contradicción. Los que estamos abajo, observándolos, nos imaginamos todo el
tiempo qué pasaría si de pronto cometieran un pequeño error y entonces pudieran
caer. Lo que todos sabemos de cierto, es que el acto algún día tiene que
terminar, ya sea porque caigan, ya sea porque el circo tenga que cambiar de
temporada y entonces tengan que llegar otros malabaristas a continuar el show.
Lo que también sabemos es que el espectáculo es muy malo (lo que le sigue) y su
puesta en escena no nos divierte para nada porque en este circo los maltratados
nunca son los que entretienen en él, sino el público que los observa.
*Publicado el 8 de diciembre en El Mosquito
**Imagen tomada de Twitter.
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