10 de diciembre de 2013

Malabarismos

Es un completo cliché, pero en serio esto pasa solo en México: Vivimos en un estado donde, por un lado, los mismos legisladores se jactan de aprobar una ley que prohíbe los espectáculos circenses con animales y, por el otro lado, exaltan la fiesta brava elevándola a nivel de “patrimonio”. Simple y sencillamente no hay congruencia.
Apenas en diciembre del año pasado se publicó en el número 77 del periódico oficial La Sombra de Arteaga el decreto en el que se determina que la fiesta brava es “patrimonio cultural inmaterial del estado”. En dicha publicación se justifica la decisión argumentando que refleja la “identidad cultural y social” de los queretanos. Incluso se estableció el tercer fin de semana del mes de mayo, para la celebración de un festival para conmemorar esta “tradición”.
A casi un año de la aprobación de dicho decreto, ahora los diputados locales se promovieron con bombo y platillos por ser los primeros en aprobar una modificación a la Ley de Protección Animal que impida la presentación de espectáculos de circo en los que se presenten animales. El argumento principal fue que no puede permitirse el maltrato que sufren los especímenes que pertenecen a estos sitios y se difundió viralmente una imagen ensalzando el hecho de que somos el primer estado en formalizar dicha prohibición junto con el hashtag #CircosSinAnimales.
¿Cómo pueden convivir ambas cosas en un mismo marco legal? Se es, o no se es y los argumentos para justificar por qué una cosa sí y la otra no son risibles, como en el caso del diputado Marco Antonio León quien dijo que “hay que aprender a discernir” porque el circo es maltrato y los toros, arte. Así, sin más. Qué pobreza argumentativa.
Por ahí hay voces que señalan que quizá todo esto tiene que ver, entre otras cosas, con darle gusto al Gobernador José Calzada, quien tiene una conocida preferencia por la fiesta brava (incluso fue fundador del grupo “Forcados Queretanos” en su juventud). Además, Querétaro alberga a una gran mayoría de las ganaderías más importantes del país, mismas que manejan junto con todos los vinculados al negocio taurino un ingreso a nivel local que representa en total 657 millones de pesos anuales. Y bueno, como botón de muestra de la influencia de este tipo de empresarios tenemos al “Pollo” Torreslanda, además miembro activo del PRI. ¿Serán estos los intereses que no quieren atacar?
En estos términos políticos y económicos, aparentemente los circos con animales no son tan importantes para nadie, salvo para los nostálgicos que recuerdan cómo fue que en estos lugares conocieron por primera vez un león o un elefante en vivo y a todo color. Bueno, y para los empresarios circenses, claro.
Definitivamente se puede argumentar mucho a favor y en contra de ambas posturas y ciertamente la discusión podría tener muchos matices. Pero el punto no es ese. El punto es que los legisladores no definen claramente sus criterios, hacen cosas que aparentemente solo tienen como fin atraer cobertura mediática y cuando se les cuestiona al respecto no dan las suficientes evidencias para poder defender sus actuaciones.

Por supuesto que la aprobación de esta modificación a la Ley de Protección Ambiental es un gran triunfo para prevenir y evitar el maltrato a otros seres vivientes, en este aspecto no hay ninguna duda. Pero haber dado este paso es igual a haber puesto un pie en un lado de un abismo y tener el otro muy, muy atrás, en un lado completamente opuesto. Los diputados están en este malabarismo, haciendo equilibrio, tratando de mantenerse estables a pesar de la contradicción. Los que estamos abajo, observándolos, nos imaginamos todo el tiempo qué pasaría si de pronto cometieran un pequeño error y entonces pudieran caer. Lo que todos sabemos de cierto, es que el acto algún día tiene que terminar, ya sea porque caigan, ya sea porque el circo tenga que cambiar de temporada y entonces tengan que llegar otros malabaristas a continuar el show. Lo que también sabemos es que el espectáculo es muy malo (lo que le sigue) y su puesta en escena no nos divierte para nada porque en este circo los maltratados nunca son los que entretienen en él, sino el público que los observa.
*Publicado el 8 de diciembre en El Mosquito
**Imagen tomada de Twitter.

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