18 de abril de 2017

No somos nada...

Todavía me dueles, aunque la verdad, ni siquiera está claro por qué.
No fuimos nada... y a lo mejor eso es lo que me duele porque entre tú y yo no hubo una verdadera relación. Y eso que compartíamos gustos... supongo que también me duele que te quedaras con algunos de mis discos, aunque se compensa porque todavía tengo algunos que fueron tuyos.
No fuimos nada, pero compartimos juergas, noches, secretos... me contabas tus cosas, te acompañé en ese específico momento difícil, me enseñaste tu visión del mundo, compartimos el amor a la música, a las risas simples...
Pero no me dijiste adiós... y eso me duele, porque jamás pensé que tendría que dejarte ir para siempre. Porque se queda la espinita y, no sé, me imaginaba que algún día... pero no. Ya no. Y eso me duele. Me he encontrado algunas veces llorando tu ausencia, porque he visto a alguien que se parecía a ti, porque he escuchado tal o cual canción, porque me reencontré con tus amigos que después se hicieron míos, porque le hablo a tus fotos... a la única foto que tenemos juntos. Y sí, me duele, porque no vas a saberlo nunca, porque no nos despedimos, porque no te abrazaré ya más.

10 de abril de 2017

Por el momento

El teléfono me indica la temperatura de una ciudad en la que no estoy. La marca porque allá estás tú: 28 grados máxima, dice, pero sé que miente porque, al menos en tu cama, hace un frío insoportable. Sufrimos del mismo mal, un congelamiento crónico, pese a los esfuerzos del cambio climático por hacernos sentir una onda de calor inusitada.
Tal condición sólo se corrige un poco y momentáneamente cuando de vez en vez, cada que las circunstancias lo permiten, nos enviamos un furtivo mensaje que nos coloca sobre falsas brasas que solo nos hacen arder para después sentir un frío peor que el de antes. Como prender una fogata incendiando una botella de alcohol.
Ante esto, la imaginación se ha vuelto la mejor cobija: tus ojos, tu voz, tus manos, tu aroma... Los recuerdos de una historia condenada a ser furtiva desde sus inicios. "¿Quién me manda?", me reprocho, pero también sonrío porque, de no ser así, sería como cualquier otra tonta historia. Sería igual de aburrida que la que vivo justo ahora.
Por eso ha sido soportable esta absurda distancia, la que hay contigo y la que hay con quien está junto a mí; por eso he aprendido mil y un formas de explorarte desde lejos; por eso las palabras son, por el momento, nuestro mejor aliado. Y siempre es esa la parte más sexy de todas: decir con plena conciencia "por el momento".