29 de junio de 2016

La calle

Por circunstancias de la vida llevo un par de días (este es literalmente el tercero) trasladándome en transporte público. Pese a que mucha gente se queja y normalmente juzga la situación de incómoda, la realidad es que andar en la calle a pie es algo que disfruto mucho.
En estos dos días he tenido ya una serie de experiencias que no suelen ocurrir cuando uno va solo en su auto. La mejor de ellas ha sido el gesto de generosidad que tuvo hoy una mujer, Esther, quien me dio amablemente los $8.50 que cuesta el camión cuando notó mi confusión al darme cuenta de que se me habían caído los $50 que traía para el pasaje. De entrada, me dio muchísima pena aceptarlos... No podía creer que una extraña estuviera dándome dinero así como así... Pero sí, así era: desinteresadamente pagó por mi pasaje y yo no pude más que darle gracias a ella y a Dios por sentar la junto a mí. Qué hermoso privilegio el de poder recibir un gesto así.
Durante el breve trayecto (Yo me bajé antes) pude saber de ella que trabaja en un albergue para niños maltratados y en situación de calle. Me hizo mucho sentido. Me dijo que ahí se ven tantas cosas "que detalles como este son nada". Coincidí.
¡Esto es lo que extrañaba de la calle! ¡Este es el infinito gozo que encuentro en ella!
Qué felicidad volver a ella... qué emocionante volver a ser peatón; bienvenidas sean las experiencias.

4 de junio de 2016

Prueba de rutina

Se confesó con ella: "te amo", le dijo, y como una presa que se rompe salieron a borbotones todo tipo de historias, sueños, canciones... Era bello compartirlo todo: la tinta, el estado de ánimo, el impulso de salir corriendo y hasta el deseo de ser alguien más.
"¡Qué ganas de aburrirme contigo!, de que pasen los días y nos caiga la edad encima, de discutir por la ropa sucia o de cansarme de ti por ser tú. Quiero que me pase eso contigo... Que nos pase juntos... anda, di que sí ".
Y su vida fue tan real como la de cualquiera. Un amor a prueba de rutina.