Esta semana el tema más abordado (al menos
en redes sociales) fue la aprobación de la Reforma ninguno prosperó).
Energética. Dicha aprobación
tuvo lugar en “lo oscurito”, con dos discusiones nocturnas, primero una con los
senadores y la siguiente con los diputados. Ésta última tuvo lugar justamente
la noche y madrugada entre el 11 y el 12 de diciembre, cuando muchos mexicanos
se encontraban festejando a la Virgen de Guadalupe, cosa que fue tomada como
una estrategia pensada justo de esa forma, para evitar que la gente estuviera
al pendiente de lo que estaba sucediendo a medianoche y gran parte de la
madrugada (yo me dormí a las 4.30 a.m. y seguían desfilando diputados y
diputadas de los partidos de izquierda, que fueron los únicos que votaron en
contra, intentando que se aceptaran ciertas reservas sobre lo aprobado, y
Otra crítica que recibió esta discusión,
fue el hecho de que al día siguiente, el jueves, se jugaría el partido de ida
de la final del futbol mexicano entre América y León, lo cual fue tomado como
un distractor más que evitaría que la gente pusiera atención a la actuación de
los legisladores. Teorías van y vienen, mientras tanto, la reforma ya fue
aprobada, sin que aparentemente pudiéramos hacer mucho para evitarlo, así
hubiéramos estado pendientes de la discusión a través del Canal del Congreso.
Simple y sencillamente la aplanadora del PRI-PAN con ayuda del PANAL y el Verde
Ecologista arrasó con cualquier posibilidad de oponerse o, por lo menos, de
generar debate sobre el tema.
El siguiente paso fue la aprobación en los
congresos locales y, fieles a su costumbre, los legisladores queretanos
quisieron ser los primero en aprobar la Reforma en el ámbito local. No lo
lograron, les ganó Chiapas, pero durante el proceso de aprobación un grupo de
ciudadanos inconformes se plantó en las instalaciones de la legislatura, cuya
entrada principal está en 5 de Mayo, para manifestarse en contra y pedir que se
echara para atrás el proceso. Por supuesto, se les contuvo, pero se rehusaron a
moverse y esperaban la salida de los diputados para, por lo menos, ser vistos
por ellos y manifestarles su inconformidad, pero no contaban con que éstos
huirían, comportándose como delincuentes, buscando escape por la nada elegante
puerta de atrás.
Pero, en su huida, se dieron cuenta que esa
puerta, parte de un edificio histórico y patrimonio cultural de la humanidad,
como todos los edificios que se encuentran en el centro, estaba empotrada y con
candado, ante lo que, sin considerar nada más que su necesidad de escapar,
rompieron la puerta así como así, con ayuda de elementos de la Policía Estatal,
para poder salir sin tener que enfrentarse a los ciudadanos que pedían verlos
cara a cara. Vaya simbolismo el de esta acción: el pueblo se organiza y se
manifiesta, así que a puerta cerrada los legisladores hacen su voluntad sin
debate ni discusión (la aprobación no tomó más de 40 minutos) y después, para
evitar dar la cara a sus representados, salen con la cola entre las patas por
la puerta de atrás. ¿Qué nos dice esto sobre su calidad moral? Como dicen por
ahí: es pregunta.
Y como esa, quedan muchas preguntas en el
aire: ¿qué habría pasado si los que hubieran roto esa puerta fueran ciudadanos?
¿Se les habría dejado ir tranquilamente, como pasó con los diputados? ¿Quién
dio la instrucción de romper la cerradura? ¿Y quién autorizó que así se
hiciera? ¿Se les considerará “vándalos” a los policías y legisladores que
participaron? ¿El INAH sancionará a la legislatura? ¿Qué argumento sostendrán
los diputados para justificar su acción? ¿Les vamos a creer? Y, lo más
importante, ¿con qué cara nos van a hacer frente ahora a los ciudadanos? ¿Se ha
vuelto tan vergonzoso ser diputado? Qué pena y qué lástima que ellos mismos no
se respeten.
Hasta ahí dejo el comentario sobre el
trabajo legislativo, pero quiero hacer una última mención sobre todo el
“reconocimiento” que se le ha dado al diputado federal Ricardo Anaya (y muchos
aquí lo destacan por el simple hecho de ser queretano, qué bodrio), por la
forma en la que condujo la sesión en la que fue aprobada la Reforma (misma que
duró 20 horas). Yo lo único que vi fue a un hombre que cínicamente se dedicó a
reírse de sus compañeros diputados, que no pudo impedir que un diputado se
desnudara en la tribuna, que no hizo nada cuando a otros diputados les gritaban
“mucha ropa, mucha ropa” y que más que presidente de la Cámara parecía
presentador de circo, porque no fue más que eso, un circo, una simulación, en
la que su sonrisa cínica solo nos dio el mensaje: “no importa lo que aquí pase,
este arroz ya está cocido desde hace mucho”. Insisto, vergonzoso.
Publicado en El Mosquito el 15 de diciembre de 2013
Imagen: tomada de El Mosquito
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