18 de abril de 2017

No somos nada...

Todavía me dueles, aunque la verdad, ni siquiera está claro por qué.
No fuimos nada... y a lo mejor eso es lo que me duele porque entre tú y yo no hubo una verdadera relación. Y eso que compartíamos gustos... supongo que también me duele que te quedaras con algunos de mis discos, aunque se compensa porque todavía tengo algunos que fueron tuyos.
No fuimos nada, pero compartimos juergas, noches, secretos... me contabas tus cosas, te acompañé en ese específico momento difícil, me enseñaste tu visión del mundo, compartimos el amor a la música, a las risas simples...
Pero no me dijiste adiós... y eso me duele, porque jamás pensé que tendría que dejarte ir para siempre. Porque se queda la espinita y, no sé, me imaginaba que algún día... pero no. Ya no. Y eso me duele. Me he encontrado algunas veces llorando tu ausencia, porque he visto a alguien que se parecía a ti, porque he escuchado tal o cual canción, porque me reencontré con tus amigos que después se hicieron míos, porque le hablo a tus fotos... a la única foto que tenemos juntos. Y sí, me duele, porque no vas a saberlo nunca, porque no nos despedimos, porque no te abrazaré ya más.

10 de abril de 2017

Por el momento

El teléfono me indica la temperatura de una ciudad en la que no estoy. La marca porque allá estás tú: 28 grados máxima, dice, pero sé que miente porque, al menos en tu cama, hace un frío insoportable. Sufrimos del mismo mal, un congelamiento crónico, pese a los esfuerzos del cambio climático por hacernos sentir una onda de calor inusitada.
Tal condición sólo se corrige un poco y momentáneamente cuando de vez en vez, cada que las circunstancias lo permiten, nos enviamos un furtivo mensaje que nos coloca sobre falsas brasas que solo nos hacen arder para después sentir un frío peor que el de antes. Como prender una fogata incendiando una botella de alcohol.
Ante esto, la imaginación se ha vuelto la mejor cobija: tus ojos, tu voz, tus manos, tu aroma... Los recuerdos de una historia condenada a ser furtiva desde sus inicios. "¿Quién me manda?", me reprocho, pero también sonrío porque, de no ser así, sería como cualquier otra tonta historia. Sería igual de aburrida que la que vivo justo ahora.
Por eso ha sido soportable esta absurda distancia, la que hay contigo y la que hay con quien está junto a mí; por eso he aprendido mil y un formas de explorarte desde lejos; por eso las palabras son, por el momento, nuestro mejor aliado. Y siempre es esa la parte más sexy de todas: decir con plena conciencia "por el momento".

6 de octubre de 2016

No hay flores

Hace mucho que para mí no hay flores. Será quizá que ya desde hace un buen tiempo nadie necesita conquistarme, porque soy yo la que propicia encuentros, la que busca, la que se da sin la necesidad de un verdadero cortejo.
Será también que no requiero de rituales de perdón, ni de agradecimientos. Pues ya qué, así soy.
Tal vez se trata de que ya no es primavera, sino ardiente verano y a veces lluvia de otoño que cae junto con hojarascas para revolverlo todo; será que quedó atrás el entusiasmo juvenil y con los años uno se cree muy maduro para esas cosas, hasta ecologista se vuelve uno y pues pobrecitas flores, mejor no abusar.
No tengo rosas, menos gardenias -mis favoritas- porque parece que no las necesito, porque no las pido, porque a veces finjo que esas cosas no importan y que bastan una mirada, un café, la rutina a veces pesada del amor y la vida cotidiana.
Pero sí, confieso que sí necesito el olor a sorpresa, el detalle de estar presente para alguien, no sólo en lo obvio, porque soy tantito miope y la vista no me funciona. Quiero tocar ese mensaje que me dice "me importas", "quiero conquistarte", aunque por mi entrega no haga falta, porque cada hombre con el que he estado sabe con certeza que soy suya, porque me tienen tan segura que ya no hace falta ni que me llamen ni que me busquen porque aquí estoy desde el primer día, casi sin que lo intentaran. Pues ya qué, así soy.
Pero que tengan cuidado: no sé, a lo mejor aparece de pronto un caballero andante sin armadura y con ramilletes baratos me diga que le gustaría tenerme también, que le importo lo suficiente para tomarse el tiempo de llamar mi atención con el perfume de una rosa, de una gerbera o una gardenia -mi favorita.

27 de septiembre de 2016

Recurrencia

-Si escribieras un libro, ¿qué lugar me tocaría en tu historia?
-Es muy pronto para saber...
-Quizá, pero entonces me gustaría ser algo más que un personaje incidental... o sea, al menos más de una aparición, ¿no crees? Un capítulo o una temporada completa, digo, si tú quieres.
-No sé... creo que el problema es que mi vida ahorita no es una novela, sino sólo un tonto cuento de ficción... Una fantasía, una mala rutina de stand up o un sueño...
-En ese caso, puedo ser tu conejo blanco, tu oruga, tu sombrerero...
-Ándale, eso me gusta.
-¿Te busco el hoyo negro?
-Ay, ¿ya ves? Eres bien payaso.
-Jajajaja. Ni aguantas nada, chiquita.
-Jajajaja. Eres bien loquillo. Ya, pásame mis cosas, que ya me tengo que ir.
-No te vayas...
-Tengo que despertar...
...
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-¿?
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-Ya voy... Ya...
-La-ho-ra-es-cin...
Click.

8 de septiembre de 2016

Basta y sobra

Es cierto: siempre me diste entrada y dejaste la puerta abierta, para cuando se me ofreciera pasar.
Era extraño saberte otro muy diferente cuando estabas en esa intimidad creada por nosotros dos. Nadie me creería si les contara que eres un dulce, a veces salado, pero con ese aire infantil del que en público nunca hubo un solo dejo.
Sí, a mí me enseñaste todo de ti, desde tu cuerpo desnudo hasta tus miedos más grandes, tus repulsiones, tus manías... Todo lo vi, pero qué chiste tenía si nunca a nadie se lo pude decir.
Era cierto, invariablemente  respondiste a mis coqueteos, pero fue hábilmente con maniobras debajo de las mesas, detrás de las escaleras, entre las cortinas... encontrando sin falla cómo hacer para que no se te notara. Siempre me ardió saber que yo nunca iba a gustarte tanto como tú me gustabas a mí.
Sabías dosificar tu atención, de modo que me mantuviera disponible. Y sí, a cambio de ese resquicio de pasión que guardabas para mí estuve siempre dispuesta a gastar mi saldo amigo en nuestras llamadas a deshoras, a mantenerme anónima para no ensuciar tu imagen de normal cordialidad, a escabullirme contigo... feliz con los destellos de interés por los que aguantaba sin chistar las cascadas de sutil indiferencia. Todo por obtener tus arrebatos en los que hacías pedazos mi ropa interior y mis ganas; la vida por lograr que me gritaras tus comentarios soeces y tus solicitudes indecentes, a las que gustosa accedí, porque calientes siempre fuimos y estaba claro que la química funcionaba a la perfección siempre que la puerta estuviese cerrada.
Sí, es verdad que yo no te gustaba tanto, pero sí lo suficiente, y con eso... mira, con eso a mí me bastaba.

24 de agosto de 2016

De eso se trata...

No soy de esas a las que puedes presumir a los cuatro vientos. Soy más bien silencio y una risa que se ahoga de vergüenza.
No soy un sol resplandeciente que ilumina tu jornada, sino más bien apenas el destello de un cigarro que se enciende a lo lejos en un oscuro callejón.
No soy un velo, ni la lluvia de arroz de ese único día...
Soy cualquier día, el que se puede, cuando tú quieras.
Soy una mano escurridiza, soy insaciable; soy tu sudor, tu cansancio, tu locura. Soy una llamada y una provocación que nadie nota, porque basta cualquier cosa cotidiana para entendernos, para escaparnos. Si fue una excusa o un motivo, ¿eso qué importa? Sólo se trata de ser contigo y que tú puedas ser también lo que tú quieras; que seas mi historia, si te place, y si no, que seas tres puntos suspensivos...



Porque sabemos que siempre se puede ser un párrafo nuevo, otra idea principal o incluso, pues ya qué,  una idea secundaria, un borrador que nunca se concreta o un ensayo entero sobre la lujuria, sobre el amor, sobre la vida, sobre ser tú y ser yo cuando hay lazos irrompibles, aunque no nos une nada y aunque nos separa todo.

De eso se trata...

12 de agosto de 2016

No soy letra...

Tú dijiste que me escribirías, que harías de mí la heroína de una de tus historias. Que sería yo la inspiración de un cuento, aunque obviamente no sería una princesa, quizá simplemente una plebeya que cuenta día a día sus aventuras en el camión.
Sigo esperando. Tus letras no me han llegado y la energía ya no me da para inventarme cosas nuevas que te inspiren, no sé, una canción sobre mí siendo tu cómplice en whatsapp, o un verso sobre esa vez que te eché aguas mientras desquitabas tus ganas en una camioneta. No tengo aún en mi buzón una carta en la que menciones mis viajes improvisados, los reencuentros esporádicos o la risa maliciosa por las historias del Tinder.
Mis pasos siempre fueron más pequeñitos que los tuyos, no solo por una evidente cuestión de estatura (o enanura, en mi caso), sino porque siempre fuiste más allá de donde yo podía alcanzarte.
No importa. Todavía no me muero y sé que, algún día, seré una vez más tinta indeleble en tus manos.

29 de junio de 2016

La calle

Por circunstancias de la vida llevo un par de días (este es literalmente el tercero) trasladándome en transporte público. Pese a que mucha gente se queja y normalmente juzga la situación de incómoda, la realidad es que andar en la calle a pie es algo que disfruto mucho.
En estos dos días he tenido ya una serie de experiencias que no suelen ocurrir cuando uno va solo en su auto. La mejor de ellas ha sido el gesto de generosidad que tuvo hoy una mujer, Esther, quien me dio amablemente los $8.50 que cuesta el camión cuando notó mi confusión al darme cuenta de que se me habían caído los $50 que traía para el pasaje. De entrada, me dio muchísima pena aceptarlos... No podía creer que una extraña estuviera dándome dinero así como así... Pero sí, así era: desinteresadamente pagó por mi pasaje y yo no pude más que darle gracias a ella y a Dios por sentar la junto a mí. Qué hermoso privilegio el de poder recibir un gesto así.
Durante el breve trayecto (Yo me bajé antes) pude saber de ella que trabaja en un albergue para niños maltratados y en situación de calle. Me hizo mucho sentido. Me dijo que ahí se ven tantas cosas "que detalles como este son nada". Coincidí.
¡Esto es lo que extrañaba de la calle! ¡Este es el infinito gozo que encuentro en ella!
Qué felicidad volver a ella... qué emocionante volver a ser peatón; bienvenidas sean las experiencias.

4 de junio de 2016

Prueba de rutina

Se confesó con ella: "te amo", le dijo, y como una presa que se rompe salieron a borbotones todo tipo de historias, sueños, canciones... Era bello compartirlo todo: la tinta, el estado de ánimo, el impulso de salir corriendo y hasta el deseo de ser alguien más.
"¡Qué ganas de aburrirme contigo!, de que pasen los días y nos caiga la edad encima, de discutir por la ropa sucia o de cansarme de ti por ser tú. Quiero que me pase eso contigo... Que nos pase juntos... anda, di que sí ".
Y su vida fue tan real como la de cualquiera. Un amor a prueba de rutina.

21 de enero de 2016

Catarsis... sobre un tipo de violencia del que a veces ni cuenta nos damos.

Domingo 9 de marzo de 2014.
32 semanas de gestación en ese momento.
10:15 am Llegué con mi esposo al Centro de Congresos para una sesión de fotos de embarazo y espontáneamente se me rompió la fuente, sin razón alguna. Llamé a mi ginecólogo y me pidió verme en su consultorio en 20 minutos.
10:45 am Llegamos al consultorio en el Hospital Ángeles. Después de revisarme, el médico confirma que hay ruptura prematura de membranas (RPM) y me recomienda que si no tuviera un seguro de gastos médicos mayores mejor me fuera al Hospital de Especialidades del Niño y la Mujer, pues por lo prematura de la niña era posible que requiriera incubadora y dependiendo del tiempo que estuviera hospitalizada (cosa que era imposible predecir) el costo en un hospital privado sería incosteable.
11:30 am Ingresé por el área de urgencias al Hospital de Especialidades del Niño y la Mujer (HENM) y me recibió un médico que no me dijo su nombre (ninguno lo hizo de ahí en adelante). Me hizo un tacto vaginal (que según lo que he investigado no es recomendable en caso de RPM) y determinó que era necesario mi ingreso. Me pasan al área de urgencias y comienzan con el tratamiento para la maduración de pulmones, que según él me informó consistía en dos inyecciones de un tipo de cortisona que debían ponerse cada 12 horas (eso me dijeron en un principio). Una vez ahí, pedí ir al baño y me dijeron que no debo levantarme por la condición en la que estaba y que traerán un “pato” para que pueda orinar acostada.
1:30 pm Llegó una enfermera que por fin me puso la inyección de maduración. Me dijo que no había encontrado ningún “pato”, que no había disponibles, así que después de un largo rato de aguantar (no estoy segura cuánto tiempo pasó), me dice que si me urgía tenía que ir a pie, así que me cambió de cama a una que estuviera más cerca del baño. Fui sola al baño, caminando, y regresé a la cama.
Como no hay relojes ni permiten el uso de celulares o dispositivos (me los recogieron al ingresar), me mantuve consciente del tiempo a través del radio que se escucha a lo lejos. La verdad es que no recuerdo del todo cuántas horas pasaron, pero estuve un buen rato en esa sala de espera para ser ingresada a lo que ellos llaman “toco” (tococirugía).
Por la tarde/noche me dijeron que ya me moverían a “toco”, me pasan a una camilla y cuando llegamos, riéndose el camillero me dijo: “mire, la voy a poner aquí para que vea lo que le espera en primera fila”, y me colocó en una camilla justo enfrente de una mujer que estaba dando a luz de parto natural. Después me di cuenta que no está bien que las mujeres tengan así a sus hijos, ya que hay salas de expulsión especiales y esta área es únicamente de espera y tránsito, sin embargo, atestigüé al menos dos partos más en esta zona. Además, en un parto posterior, a una mujer que estaban haciéndole la limpieza final que le realizan al útero (procedimiento que es muy doloroso, según lo que vi) el médico le preguntaba si quería algún método anticonceptivo o que le pusieran el dispositivo de una vez, a lo que ella se negó retorciéndose del dolor. El médico le dijo: “¿Siente cómo le está doliendo? Así le va a seguir doliendo si no se cuida; además, ya tiene cinco hijos”, pero la señora se mantuvo en la negativa, pese al dolor. Este tipo de presión por asumir algún método anticonceptivo es persistente. Lo preguntan mucho, muchas veces, pero no dan verdadera información sobre las ventajas o desventajas de las opciones que ofrecen.
Una vez en “toco”, se me acercó una enfermera que me inyectó medicamento. Mientras estuve despierta (casi todo el tiempo), siempre pregunté qué me ponían, pues ellos (médicos, residentes y enfermeras) llegan y no se presentan, no dan su nombre, no explican, no avisan, ni preguntan nada. Específicamente esa enfermera me puso antibiótico, indicado por la posibilidad de infección dada la RPM. Este medicamento me lo ponían cada 8 horas.
Mientras estuve ahí, cada hora venían residentes a revisarme y siempre me hicieron tacto vaginal, a veces fueron más de dos en una hora. Algunos de ellos usaron gel lubricante en los dedos, cosa que posteriormente supe era incorrecta, pues aumenta el riesgo de infección.
Durante el tiempo que estuve ahí no tuve acceso a agua o alimento alguno y estuve todo el tiempo en una camilla del tipo de las que se usan para emergencias, con la incomodidad que esto representa.
Por la tarde me comunicaron que por fin me subirían a piso, porque ya había espacio. Me trasladaron, aunque tuve que estar un rato en un pasillo, ya que tenían que terminar un trámite y de desocupar la habitación.
Ya en la habitación, le comuniqué a un doctor mi preocupación ya que no sentía movimientos de mi bebé, me revisó y me dijo que no me preocupara, que sí había latido fetal y que me dejaría un monitor para que estuviera tranquila. Mientras trajeron el monitor pude cenar algo (dieta blanda, o sea, gelatina, atole y flan) y por fin tomar agua.
Por la noche, vino otro médico y me preguntó por qué tenía un monitor fetal, que él iba a necesitarlo. Le dije lo que había dicho el otro médico y revisó el informe que imprime el aparato. Me preguntó si había sentido dolor, a lo que respondí que no, que todo estaba bien; me dijo que la máquina indicaba que existían contracciones y que mejor me volvía a bajar a “toco”, así que lo ordenó a las enfermeras y me llevaron nuevamente para allá, donde estuve el resto de la madrugada.
Lunes 10 de marzo
Durante la madrugada del lunes me volvieron a dejar en una camilla de emergencia en “toco”. Estuve todo el tiempo preguntando la hora, ya que el primer médico me había dicho que la inyección de maduración era para cada 12 horas, por lo que no quería que se pasara mi segunda dosis (que según mis cuentas me tocaba a la 1.30 de la mañana, aproximadamente). Llegada la hora, le pregunté a la enfermera si me la aplicaría y, para mi sorpresa, me dijo que el medicamento no estaba indicado en sus instrucciones. Le pedí que verificara y pasó algún tiempo, cuando vino otra enfermera me dijo lo mismo. Les exigí que verificaran, pues la indicación de doctor había sido clara y necesitaba el medicamento para lograr la maduración, a lo que solo me respondían que no estaba indicado. Finalmente, una de ellas trajo a una doctora, quien me informó que inicialmente me habían puesto una dosis de un medicamento diferente al que mencionó el primer doctor y que éste era de una dosis cada 24 horas, por lo que todavía tenía que esperar. Agradecí la explicación.
Nuevamente pasé un tiempo ahí, sin agua ni alimento. Especialmente me molestaba la falta de agua, pues entendí que lo del alimento es en caso de que me tuvieran que anestesiar de emergencia, pero según sé sí es posible beber algo de agua.
Pasó el tiempo y nadie avisó a mis familiares que me habían vuelto a bajar a “toco”, así que a las 11 de la mañana del lunes, a la hora de la visita, mi esposo se encontró solo una cama vacía y tardó tiempo en encontrar quién le informara a dónde me habían llevado, así como mi estado de salud.

Mientras tanto, le pedí a una enfermera que me proporcionara papel y lápiz para poder escribirle un mensaje a mis familiares. Les escribí que estaba bien, que no había comido y que me habían vuelto a bajar a “toco”. Le pedí a una trabajadora social que se los entregara para que estuvieran tranquilos, pues yo estaba segura de que nadie les había avisado que nuevamente estaba en urgencias, cosa que era verdad: afuera tardaron en enterarse.
Según recuerdo, me volvieron a llevar a piso, aunque no recuerdo bien a qué hora. Me pusieron en la misma habitación que la primera vez, donde ya pude almorzar y, al fin, descansar en una cama.
Por la tarde, me volvieron a poner la maduración pulmonar y no tengo muy claro lo que pasó, pero imagino que pasé ahí la noche completa, porque no recuerdo otro incidente.

Martes 11 de marzo
En algún momento del día martes 11 de marzo me trasladaron nuevamente a “toco”, esta vez sí para esperar que se desocupara un quirófano para realizar la cesárea. Según lo que me dijo mi médico posteriormente, tenía que ser preferentemente así pues la bebé era muy pequeña como para resistir un parto natural y podría sufrir más daños. Sin embargo, a mí en el hospital nadie me dio opciones, ni me habló de los riesgos ni de las posibilidades. Simplemente asumí que sería cesárea por lo que me decían (que la larga espera era para que hiciera efecto la maduración y para que se liberara un quirófano para la cirugía). No di mi consentimiento explícito porque nadie me lo pidió, al menos no lo recuerdo.
Después de un rato en “toco” (todo el día, prácticamente), dada la cantidad de horas ahí y la incomodidad de haber sido puesta nuevamente en una camilla de emergencia, llegó un momento donde me sentí muy cansada y con dolor de espalda (me daba miedo dormirme, ya que de lo estrecho de la camilla me daba miedo caerme), así que me senté unos minutos. En ese momento llegó un médico especialista, sin dar su nombre -para variar-, rodeado de jóvenes residentes y me dijo que si nadie me había dicho que tenía ruptura de membranas y que no podía estar sentada. Le respondí que la verdad estaba muy incómoda y que no podía mantenerme acostada ahí, porque además estaba cansada y sin comer ni beber nada, a lo que él respondió de manera muy grosera que yo estaba ahí porque no tenía dinero y porque no me alcanzaría para pagar el costo de atención de mi parto y del cuidado de mi bebé en un hospital privado donde, por lo menos, me costaría 5 mil pesos diarios, con suerte. Me dijo algo como: “¿sí sabe que está aquí porque no le alcanza para eso, verdad?”. Todo esto lo hizo frente a sus estudiantes, cosa que para mí fue muy humillante, pues su tono fue totalmente agresivo y burlón.
Más tarde, una vez que me repuse del mal rato, pedí que me dieran el nombre del médico, pero nadie me lo quiso dar. Al poco tiempo, el mismo médico apareció y en un tono más amable me dijo que me buscaría un lugar más cómodo y la posibilidad de comer algo. Posteriormente, me cambiaron a una camilla un poco más grande, pero nada más.
Miércoles 12 de marzo
Pasé todo el día y gran parte de la noche del martes en la camilla, hasta que, al fin, ya en la madrugada del miércoles 12 de marzo me avisaron que se había liberado un quirófano. Según el reloj del lugar, entré rayando las 2 de la mañana. Me prepararon muy rápido, una enfermera me rasuró el vello púbico sin el menor cuidado (la verdad sí fue muy incómodo) y me pusieron la anestesia. En un tiempo breve, no más de 5 minutos, sentí un poco el efecto de la anestesia, aunque todavía tenía sensación. El doctor procedió a comenzar la cirugía y la verdad ha sido la peor sensación de mi vida. Sé que no sentía en sí dolor, pero la sensación de jaloneo, cortes, movimiento, fue en verdad espeluznante, insoportable en exceso. Comencé a llorar y a gritos le dije al doctor que sestaba sintiendo horrible, pero tanto el anestesista como él me decían en tono de regaño que cooperara, que no me moviera, que no era posible que sintiera nada y menos dolor, que si fuera dolor no lo aguantaría. En algún momento el anestesista me vio con algún artefacto en la mano (no recuerdo si una jeringa o una mascarilla) y me dijo molesto algo como: “¿quieres?, te anestesio pero tu bebé va a nacer sin respirar, ¿eso quieres?” y entre él y el doctor me repetían cosas para que no me moviera, porque si no podría afectar a mi bebé.
Emma nació a las 2:10 de la madrugada. Solo oí un llanto muy leve, casi imperceptible. Vino un médico y me la mostró unos breves segundos y se la llevó. Ahí perdí el conocimiento.
Cuando desperté, ya estaba en una camilla otra vez en “toco”, pero esta vez rodeada de muchas más mujeres, la mayoría de ellas recién paridas y la gran mayoría acompañadas de sus bebés. Todas ellas incómodas, en camillas, haciendo espacio para sus hijos y alimentándolos, pese a que no hay acceso a agua ni alimentos en esta sala de espera y recuperación. 
Lo primero que hice fue preguntar por la salud de mi bebé, sin embargo, nadie me dio informes. Las enfermeras decían que el único que puede proporcionar informes es el pediatra, por lo que les pedí que lo llamaran, a lo que me dijeron que lo checarían, pero nada más. Durante el tiempo que estuve ahí (todo el resto de la madrugada del lunes y la mañana) me visitaron enfermeras, trabajadoras sociales, médicos (ginecólogos), pero nadie me dio informes sobre el estado de salud de mi bebé.
Junto a mí había otra mujer que, como yo, era de las pocas que no tenía a su bebé consigo. Ambas presionamos para que nos dieran informes, pero nadie nos dio alguna respuesta.
A mí me subieron a piso en algún momento entre la mañana y el mediodía. Ya en piso, nuevamente pregunté por mi hija a todos los múltiples visitantes (residentes, médicos, trabajadores sociales y enfermeras), sin obtener de ellos alguna respuesta de ningún tipo. De hecho, en un momento entró una enfermera y me preguntó por mi bebé. Le respondí que no sabía –era verdad- y en tono alterado, como de regaño, me dijo: “¡¿Cómo que no sabe?!”, a lo que le respondí que nadie hasta ese momento se había dignado a darme algún dato o informe, que si por favor ella podía hacer algo al respecto porque no había sido por falta de interés. Más tarde llegó una trabajadora social; cuando le reclamé y le exigí que me diera algún dato sobre el estado de salud de mi bebé, me respondió muy altanera y enojada: “Ese no es mi trabajo”.
Recibí la primera noticia sobre el estado de salud de Emma catorce horas después de haber dado a luz, a las 4 de la tarde y de boca de mi mamá, hasta la hora de visita. Hasta ese momento, nadie del hospital me dio información o datos específicos. Solo pude saber su condición por lo poco que mi madre sabía; ella, por políticas del hospital, no pudo entrar a verla, así que lo que me dijo era por lo que escuchó de segunda mano de mi esposo, que era el único con acceso autorizado a la bebé. Supe que estaba “delicada”, en incubadora y nada más. No sabía sus expectativas de vida, su estado al nacer, incluso no sabía cuándo la vería.
Ya un poco más tranquila, mi enfoque estuvo en poder levantarme al día siguiente para poder ver a mi bebé. Tenía que ir durante las horas de visita, así que a la mañana siguiente, con todo y el dolor de la cirugía recién hecha, me levanté y caminé a verla. Para ver a los bebés hay que hacer fila para registrarse. En el lugar hay sillas insuficientes, así que todas las mamás recién operadas o paridas tienen que esperar, de pie, con el dolor que esto implica, para poder pasar. Una vez dentro, tampoco hay sillas, por lo que hay que inclinarse sobre la incubadora, lo que es doloroso e incómodo, muy desgastante, aunque todas lo hacemos sin chistar pues porque la prioridad es poder ver a nuestros hijos. Ahí, tampoco nadie explica, salvo que esté presente el pediatra, cosa que no sucedía en todos los turnos.
Poco a poco vimos que la niña se recuperaba y todas nuestras energías estaban puestas en eso, por lo que casi olvidé por completo todo el proceso vivido, que fue muy traumático.
En mi primer baño después de la cirugía, me di cuenta de que me hicieron una incisión vertical, que me dejó una cicatriz horrible, chueca, muy irregular. Ahora sé que esas incisiones solo están recomendadas en casos especiales, como placenta previa, cosa que no presenté.

Yo fui dada de alta el viernes 14 de marzo. Mi hija salió del hospital el 23 de marzo. Ahí terminó la pesadilla que fue vivir este proceso en el Hospital de Especialidades del Niño y la Mujer.  

7 de octubre de 2015

Desde cualquier lugar....

Me acabo de dar cuenta de que estoy bien burris... Pues si esto se puede editar desde el teléfono, ¿por qué no hacerlo? Soy nostálgica, quizá, porque me gusta sentarme y escribir casi casi que en papel y luego transcribir, pero los tiempos ya son otros, así que toca moverse hacia otras formas. Ya sé que suena tonto, pero de verdad sí tengo que acostumbrarme.

15 de diciembre de 2013

Por la puerta de atrás

Esta semana el tema más abordado (al menos en redes sociales) fue la aprobación de la Reforma ninguno prosperó).
Energética. Dicha aprobación tuvo lugar en “lo oscurito”, con dos discusiones nocturnas, primero una con los senadores y la siguiente con los diputados. Ésta última tuvo lugar justamente la noche y madrugada entre el 11 y el 12 de diciembre, cuando muchos mexicanos se encontraban festejando a la Virgen de Guadalupe, cosa que fue tomada como una estrategia pensada justo de esa forma, para evitar que la gente estuviera al pendiente de lo que estaba sucediendo a medianoche y gran parte de la madrugada (yo me dormí a las 4.30 a.m. y seguían desfilando diputados y diputadas de los partidos de izquierda, que fueron los únicos que votaron en contra, intentando que se aceptaran ciertas reservas sobre lo aprobado, y
Otra crítica que recibió esta discusión, fue el hecho de que al día siguiente, el jueves, se jugaría el partido de ida de la final del futbol mexicano entre América y León, lo cual fue tomado como un distractor más que evitaría que la gente pusiera atención a la actuación de los legisladores. Teorías van y vienen, mientras tanto, la reforma ya fue aprobada, sin que aparentemente pudiéramos hacer mucho para evitarlo, así hubiéramos estado pendientes de la discusión a través del Canal del Congreso. Simple y sencillamente la aplanadora del PRI-PAN con ayuda del PANAL y el Verde Ecologista arrasó con cualquier posibilidad de oponerse o, por lo menos, de generar debate sobre el tema.
El siguiente paso fue la aprobación en los congresos locales y, fieles a su costumbre, los legisladores queretanos quisieron ser los primero en aprobar la Reforma en el ámbito local. No lo lograron, les ganó Chiapas, pero durante el proceso de aprobación un grupo de ciudadanos inconformes se plantó en las instalaciones de la legislatura, cuya entrada principal está en 5 de Mayo, para manifestarse en contra y pedir que se echara para atrás el proceso. Por supuesto, se les contuvo, pero se rehusaron a moverse y esperaban la salida de los diputados para, por lo menos, ser vistos por ellos y manifestarles su inconformidad, pero no contaban con que éstos huirían, comportándose como delincuentes, buscando escape por la nada elegante puerta de atrás.
Pero, en su huida, se dieron cuenta que esa puerta, parte de un edificio histórico y patrimonio cultural de la humanidad, como todos los edificios que se encuentran en el centro, estaba empotrada y con candado, ante lo que, sin considerar nada más que su necesidad de escapar, rompieron la puerta así como así, con ayuda de elementos de la Policía Estatal, para poder salir sin tener que enfrentarse a los ciudadanos que pedían verlos cara a cara. Vaya simbolismo el de esta acción: el pueblo se organiza y se manifiesta, así que a puerta cerrada los legisladores hacen su voluntad sin debate ni discusión (la aprobación no tomó más de 40 minutos) y después, para evitar dar la cara a sus representados, salen con la cola entre las patas por la puerta de atrás. ¿Qué nos dice esto sobre su calidad moral? Como dicen por ahí: es pregunta.
Y como esa, quedan muchas preguntas en el aire: ¿qué habría pasado si los que hubieran roto esa puerta fueran ciudadanos? ¿Se les habría dejado ir tranquilamente, como pasó con los diputados? ¿Quién dio la instrucción de romper la cerradura? ¿Y quién autorizó que así se hiciera? ¿Se les considerará “vándalos” a los policías y legisladores que participaron? ¿El INAH sancionará a la legislatura? ¿Qué argumento sostendrán los diputados para justificar su acción? ¿Les vamos a creer? Y, lo más importante, ¿con qué cara nos van a hacer frente ahora a los ciudadanos? ¿Se ha vuelto tan vergonzoso ser diputado? Qué pena y qué lástima que ellos mismos no se respeten.

Hasta ahí dejo el comentario sobre el trabajo legislativo, pero quiero hacer una última mención sobre todo el “reconocimiento” que se le ha dado al diputado federal Ricardo Anaya (y muchos aquí lo destacan por el simple hecho de ser queretano, qué bodrio), por la forma en la que condujo la sesión en la que fue aprobada la Reforma (misma que duró 20 horas). Yo lo único que vi fue a un hombre que cínicamente se dedicó a reírse de sus compañeros diputados, que no pudo impedir que un diputado se desnudara en la tribuna, que no hizo nada cuando a otros diputados les gritaban “mucha ropa, mucha ropa” y que más que presidente de la Cámara parecía presentador de circo, porque no fue más que eso, un circo, una simulación, en la que su sonrisa cínica solo nos dio el mensaje: “no importa lo que aquí pase, este arroz ya está cocido desde hace mucho”. Insisto, vergonzoso. 

Publicado en El Mosquito el 15 de diciembre de 2013
Imagen: tomada de El Mosquito

10 de diciembre de 2013

Malabarismos

Es un completo cliché, pero en serio esto pasa solo en México: Vivimos en un estado donde, por un lado, los mismos legisladores se jactan de aprobar una ley que prohíbe los espectáculos circenses con animales y, por el otro lado, exaltan la fiesta brava elevándola a nivel de “patrimonio”. Simple y sencillamente no hay congruencia.
Apenas en diciembre del año pasado se publicó en el número 77 del periódico oficial La Sombra de Arteaga el decreto en el que se determina que la fiesta brava es “patrimonio cultural inmaterial del estado”. En dicha publicación se justifica la decisión argumentando que refleja la “identidad cultural y social” de los queretanos. Incluso se estableció el tercer fin de semana del mes de mayo, para la celebración de un festival para conmemorar esta “tradición”.
A casi un año de la aprobación de dicho decreto, ahora los diputados locales se promovieron con bombo y platillos por ser los primeros en aprobar una modificación a la Ley de Protección Animal que impida la presentación de espectáculos de circo en los que se presenten animales. El argumento principal fue que no puede permitirse el maltrato que sufren los especímenes que pertenecen a estos sitios y se difundió viralmente una imagen ensalzando el hecho de que somos el primer estado en formalizar dicha prohibición junto con el hashtag #CircosSinAnimales.
¿Cómo pueden convivir ambas cosas en un mismo marco legal? Se es, o no se es y los argumentos para justificar por qué una cosa sí y la otra no son risibles, como en el caso del diputado Marco Antonio León quien dijo que “hay que aprender a discernir” porque el circo es maltrato y los toros, arte. Así, sin más. Qué pobreza argumentativa.
Por ahí hay voces que señalan que quizá todo esto tiene que ver, entre otras cosas, con darle gusto al Gobernador José Calzada, quien tiene una conocida preferencia por la fiesta brava (incluso fue fundador del grupo “Forcados Queretanos” en su juventud). Además, Querétaro alberga a una gran mayoría de las ganaderías más importantes del país, mismas que manejan junto con todos los vinculados al negocio taurino un ingreso a nivel local que representa en total 657 millones de pesos anuales. Y bueno, como botón de muestra de la influencia de este tipo de empresarios tenemos al “Pollo” Torreslanda, además miembro activo del PRI. ¿Serán estos los intereses que no quieren atacar?
En estos términos políticos y económicos, aparentemente los circos con animales no son tan importantes para nadie, salvo para los nostálgicos que recuerdan cómo fue que en estos lugares conocieron por primera vez un león o un elefante en vivo y a todo color. Bueno, y para los empresarios circenses, claro.
Definitivamente se puede argumentar mucho a favor y en contra de ambas posturas y ciertamente la discusión podría tener muchos matices. Pero el punto no es ese. El punto es que los legisladores no definen claramente sus criterios, hacen cosas que aparentemente solo tienen como fin atraer cobertura mediática y cuando se les cuestiona al respecto no dan las suficientes evidencias para poder defender sus actuaciones.

Por supuesto que la aprobación de esta modificación a la Ley de Protección Ambiental es un gran triunfo para prevenir y evitar el maltrato a otros seres vivientes, en este aspecto no hay ninguna duda. Pero haber dado este paso es igual a haber puesto un pie en un lado de un abismo y tener el otro muy, muy atrás, en un lado completamente opuesto. Los diputados están en este malabarismo, haciendo equilibrio, tratando de mantenerse estables a pesar de la contradicción. Los que estamos abajo, observándolos, nos imaginamos todo el tiempo qué pasaría si de pronto cometieran un pequeño error y entonces pudieran caer. Lo que todos sabemos de cierto, es que el acto algún día tiene que terminar, ya sea porque caigan, ya sea porque el circo tenga que cambiar de temporada y entonces tengan que llegar otros malabaristas a continuar el show. Lo que también sabemos es que el espectáculo es muy malo (lo que le sigue) y su puesta en escena no nos divierte para nada porque en este circo los maltratados nunca son los que entretienen en él, sino el público que los observa.
*Publicado el 8 de diciembre en El Mosquito
**Imagen tomada de Twitter.

Se pasan de optimistas

El pasado viernes, el escritor Mario Vargas Llosa sostuvo una reunión privada con el presidente Enrique Peña Nieto, sobre quien ha hecho algunos comentarios positivos previamente.
El 7 de octubre, Andrés Oppenheimer publicó en su columna en el diario Reforma una entrevista con el autor peruano, titulada “El optimismo de Mario Vargas Llosa”. Hacia la parte final del texto, Oppenheimer escribió sobre la respuesta que el escritor le dio al preguntarle sobre México y el partido gobernante en turno.
Textualmente, ese fragmento dice: “Cuando le pregunté por México, y el regreso del PRI al poder, Vargas Llosa dijo que ve al Presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, ‘mucho mejor de lo que yo esperaba’. Agregó que ‘el PRI que ha subido con Peña Nieto es un PRI que ha sabido aceptar el juego democrático’ y que algunas de sus reformas ‘están muy bien orientadas’.”
No sorprende que Oppenheimer le haya puesto el calificativo de optimista al escritor, quizá como una forma de cuestionarlo sutilmente, precisamente porque lo que falta en México  es optimismo debido a la incertidumbre que provocan las posibles consecuencias que tendrán las reformas que entrarán en vigor  el próximo año, aunque hayan sido alabadas por el escritor.
No se puede ser tan optimista en el país de los “gasolinazos”, donde pagamos una de las gasolinas más caras del mundo. No nos vayamos con la finta. Si comparamos en términos brutos, la gasolina en México es de las más baratas del mundo: 12.02 pesos por litro. Sin embargo, si lo comparamos con el ingreso diario promedio de los países con gasolina "más cara", veremos que en Noruega, por ejemplo, un litro de gasolina representa tan solo un 0.9% de ese ingreso, mientras que en México el porcentaje es del 18.46%. Eso da una idea del golpe que significa el consumo de combustible para los ingresos de una familia. ¿Dará la reforma energética una solución a esta problemática? ¿Pararán los “gasolinazos”? Honestamente, lo dudo.
Cuánta esperanza se puede tener en un país donde el “juego democrático”, como lo llama Vargas Llosa, implica que los partidos negocien la aceptación o no aceptación de las reformas no por lo conveniente para la ciudadanía, sino por la repartición de un mayor presupuesto federal, como sucedió con el “fondo de capitalidad”. Respecto a este fondo, el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, reconoció que negociaron cinco acuerdos para asegurar que los miembros del PRD en la Cámara de Diputados aprobaran la reforma fiscal y del paquete económico 2014. Estos acuerdos incluyen diversos beneficios para el Gobierno del Distrito Federal, que incluye no gravar con el Impuesto al Valor Agregado (IVA) a los espectáculos, como las corridas de toros, conciertos y partidos de futbol, entre otros. Además, Videgaray acordó crear un fondo de capitalidad, es decir, un presupuesto extra para el DF de 3 mil millones de pesos, más 700 millones para el Fondo de Aportaciones para la Infraestructura Social (FAIS). Es entonces pertinente preguntarnos qué papel pueden tener los ciudadanos en este “juego democrático”, donde las decisiones se toman entre partidos, definidos a través de sus intereses y no los de sus representados.
Y cómo mantener la confianza en las instituciones en este país en el que un partido como el PAN propuso la creación del Instituto Nacional Electoral para sustituir al Instituto Federal Electoral y a los 32 institutos equivalentes en cada entidad con la supuesta intención de que tenga autonomía constitucional y de evitar que la dependencia de los institutos locales al presupuesto estatal los haga vulnerables a los deseos del gobierno en turno (como menciona Adrián Trejo en un comentario para El Financiero). Sin embargo, el INE dependerá en presupuesto del gobierno federal en turno, luego entonces ¿eso no lo haría vulnerable también? ¿Qué sentido tendría entonces esta centralización? ¿No se corre más riesgo? ¿Es esta propuesta realmente a favor de la democracia?
Entonces queda más claro por qué Oppenheimer consideró que las declaraciones de Vargas Llosa sobre México y América Latina eran optimistas. En exceso, diría yo. 
Publicado el 1 de diciembre de 2013 en El Mosquito
Imagen: Tomada de internet

Iglesia y deseos

La nota que acaparó los noticieros locales hacia el final de esta semana fue la acusación hecha contra el sacerdote Arturo Méndez Camacho por presuntos abusos deshonestos contra dos menores de edad. Este suceso ha causado expectación ya que Méndez podrá seguir su proceso en libertad, pues el Código Penal del estado no tipifica esto como delito grave, lo que ha generado indignación en la comunidad.
Será la justicia quien determine el resultado del caso, sin embargo, un suceso como este siempre desata preguntas respecto a los motivos que pueden llevar a una persona a abusar de un menor de edad. Estaba dando una clase, cuando el tema que presentaba dio pie a la discusión sobre este suceso; hablábamos de cómo se confrontan en nosotros las necesidades contra los deseos y cómo una necesidad no resuelta puede llevarnos al punto de la obsesión o la distorsión.
Comentaba con mis alumnos que las necesidades son todo aquello que nuestro organismo requiere en diferentes niveles: físico, emocional, intelectual, espiritual, etc. Estas necesidades pueden resolverse con diversos satisfactores y es eso lo que los diferencia de los deseos, que son las necesidades del organismo convertidas en un capricho de nuestra mente en donde creemos que hay un único satisfactor: quiero eso y nada más. La cosa se complica cuando por razones diversas reprimimos nuestras necesidades y entonces la forma de satisfacerlas comienza a tomar formas insospechadas en nuestra mente, llevándonos a la obsesión, al enviciamiento o incluso a la aberración.
El pensar en esto nos remite a la discusión sobre la pertinencia de mantener el celibato en los sacerdotes católicos y sobre cómo el eliminarlo podría servir para prevenir los delitos sexuales cometidos por algunos de ellos (sí, esos que no supieron atender su necesidad adecuadamente y distorsionaron el satisfactor para ella). El sexo es definitivamente una necesidad orgánica, sin embargo, además de negarles el derecho a las relaciones sexuales, la postura de algunos sectores de la Iglesia es que la masturbación es pecado y además, ¡mortal! Esto pueden comprobarlo en sitios como este donde está publicado el artículo “¿Es un pecado mortal la masturbación? Sí”. Entonces, ¿qué opción tienen los sacerdotes para satisfacer una necesidad presente en su organismo? Ninguna y eso es precisamente lo que causa problemas, ya que muchos de ellos probablemente puedan controlar sus impulsos, pero habrá otros que comiencen a generar fantasías sobre la forma de liberarlos y unos pocos llegarán al punto de materializar estos pensamientos a través de hechos lamentables.
En la discusión sobre el celibato, la posición de la Iglesia ha sido siempre determinante: es una regla que está lejos, muy lejos de poder siquiera evaluarse. Simple y sencillamente se mantiene. Las voces en contra de él son más bien externas, derivadas sobre todo de la mediatización de crímenes sexuales cometidos por sacerdotes y el duro cuestionamiento hacia las autoridades eclesiásticas que, en lugar de proteger a las víctimas, generalmente actuaron para proteger a los agresores, intentando enterrar los hechos y pretendiendo que no sucedía nada grave. En todo caso, se trataba de reubicarlos y confiar que no lo volverían a hacer. Y después se muestran preocupados porque están perdiendo feligreses y se preguntan por qué se van.

Estos casos nos llevan a analizar cosas profundas referentes a la naturaleza humana y a preguntarnos cuáles son los límites que podemos y los que no podemos romper. También nos hacemos preguntas respecto a la forma en la que podríamos encontrar un equilibrio entre las necesidades y deseos de una sociedad, las de una institución como la Iglesia Católica y las de los individuos. ¿Será más importante mantener a ojos cerrados una regla que desde hace siglos ha definido la labor sacerdotal o será momento de hacer preguntas al respecto? ¿Será más importante cumplir con una supuesta vocación que cumplir con una necesidad válida del individuo? ¿Si este no es el momento de discutir estos temas, entonces cuándo? ¿Qué papel juega la sociedad en todo esto? Estaremos pendientes del resultado del proceso y  veremos a dónde nos lleva en lo institucional, lo social y lo personal la reflexión generada alrededor de todo esto.
*Publicado el 24 de noviembre de 2013 en El Mosquito
**Imagen tomada de www.vaticanocatolico.com

Tocar el dolor

Dolor, tristeza, rabia, enojo, resentimiento son todos sentimientos que nos enseñan a evitar lo más posible y desde niños aprendemos a negarlos. "No te enojes", "l@s niñ@s que lloran/se enojan se ven fe@s", "no estés triste", "llorando no resuelves nada" y toda una serie de frases de repertorio paternal nos incrustaron la creencia de que estos sentimientos son "negativos", tanto, que lo mejor es ocultarlos bajo la alfombra y fingir que estamos bien y nada pasó. Qué error tan grande.
Durante mis clases y procesos grupales es muy común que en ciertos ejercicios salgan a flote algunas de estas emociones reprimidas y normalmente son sucesos que, aunque añejos, causan mucho dolor. Incluso algunos alumnos me llegan a comentar que les resulta difícil tocar ciertas partes de su pasado, porque remueven cosas que habían elegido ignorar.
En esta sociedad de respuestas inmediatas no hay tiempo para perder en lamentaciones, simple y sencillamente no es productivo. Y si a eso le agregamos la incomodidad que nos provoca estar cerca de alguien que se encuentra en un momento de dolor o pena, entonces es claro por qué sentimos ese rechazo casi casi patológico a las emociones "no alegres", por así decirlo. No nos enseñan a lidiar sanamente con ello y todo trato con esta clase de emociones se da a través de la negación. Y si no nos permitimos tocar nuestros propios dolores, imagínense entonces cuándo vamos a ser capaces de poder ser empáticos con los de los demás.
Seguido veo ejemplos de la forma en que solemos escapar de un enfrentamiento cara a cara con el sentir del otro y para eso como mexicanos nos pintamos solos porque ante el sufrir ajeno siempre tenemos el chiste adecuado. Piensen en cuántas veces decimos algo para intentar hacer reír a alguien que llora. Pareciera que nuestro interés es minimizar el sentimiento presente, es más, hasta lo decimos abiertamente cuando exclamamos: "no pasa nada". Pero sí pasa y es sumamente importante aprender a tocar estos sentimientos, empezando con los nuestros para así poder vivirlos sin miedo junto con otros.
¿Cómo hacerlo? Al inicio probablemente cueste trabajo, pero lo que hay que hacer es simple y sencillamente admitir el sentimiento como es en ese momento, recibirlo sin tratar de ponerle etiquetas o justificarlo, sino dejarlo fluir por un rato tal cual llegó, reconociendo: "estoy enojad@/triste/frustrad@/etc." Normalmente, cuando esto pasa y se permite que la emoción fluya, llegará un momento donde su intensidad bajará y entonces es posible empezar a procesarla: ¿Por qué me siento así? ¿Qué fue lo que provocó esto?
También es importante tener en cuenta que el proceso emocional es diferente entre persona y persona. Por eso no hay que comparar con lo que han vivido otros, pues solamente el que sufre sabe cuánto, cómo le duele y cómo lidiar con ello. En clases de desarrollo humano solemos decir: "a mí me duele más mi callo que tu cáncer", esto porque sencillamente mi dolor es mío, sin importar lo "grande" o "chico" que sea.
Este reconocimiento del dolor propio es el primer paso para poder acercarme al otro, en este mundo en el que realmente estamos necesitados de empatía y comprensión con el diferente. La división social que vemos diariamente tiene mucho que ver con nuestra capacidad de comprender y conectar con el sentimiento ajeno, por lo que es importante que dejemos de negarnos la oportunidad de sentir plenamente, incluso aquello que hemos aprendido a ocultar.

*Publicado en El Mosquito el 17 de noviembre de 2013 
**Imagen tomada de internet

Niño perdido

Suelo ser muy cuidadosa de no reproducir mensajes de alarma en redes sociales si no los he verificado antes (es una herencia de mi experiencia como periodista: confirma la información). La gran mayoría de las ocasiones, las alertas sobre posibles nuevas formas de secuestro o los niños perdidos son casos que o son falsos o ya fueron resueltos. Incluso me he encontrado con denuncias que fueron levantadas hace años y el niño o niña ya apareció. Por eso mismo me conmocionó lo que pasó con el niño Ricardo Ruiz Sánchez, que desapareció en Querétaro el pasado miércoles 6, por lo que se emitió la Alerta Amber (un protocolo internacional que se activa en casos de niños desaparecidos) y gracias a eso fue encontrado, afortunadamente, la madrugada del jueves 7.
Lo más importante es que el niño está bien, pero tras el alivio inicial me vino un pánico aún mayor al saber la manera en la que fue encontrado: acompañado de un adulto –de nombre Héctor Hernández Rivera-, que lo llevaba en un tren de carga con destino ¡a Veracruz! Lo peor de todo es que las autoridades no han proporcionado mayor información sobre el caso. La pregunta que me surge es: ¿para qué quería este señor al niño? Y no hablo de conjeturas, porque nos podemos hacer telarañas en la cabeza y dar mil ideas espantosas; yo realmente quisiera saber con qué objetivo este individuo decidió llevarse al niño, porque eso, para empezar, permitirá poner atención y rascarle a un problema que puede ser bastante grave como tráfico de personas, explotación, prostitución y todo lo espeluznante que se puede asociar con estos temas. Si llevaba el niño para venderlo, la pregunta inicial es: ¿a quién?, para después indagar con qué fin. Enseguida, y creo que esto sería lo más útil para la sociedad en general, se debería difundir la forma en la que atrajo al niño. ¿Qué le dijo? ¿Cómo lo engañó? Tenemos que saber cómo operan esta clase de personas para seguir haciendo conciencia y prevenir. Los niños deben estar preparados desde muy pequeños para enfrentarse a situaciones engañosas porque cada vez son más las amenazas, ya sea en la calle o por internet.
Al pensar en cómo prevenir algo así, dada la tendencia natural de los niños a confiar, se me vino a la mente el video de la campaña “Sweet Trick” (“Engaño dulce”), lanzado por la Unicef para hacer conciencia sobre el riesgo que corren los niños cotidianamente de ser víctimas de algún acto de pedofilia.  En él participó un hombre totalmente cubierto de algodón de azúcar (lo cual, por supuesto, impedía ver su cara o saber de qué se trataba) que con solo caminar por en medio de un parque a plena luz del día, se volvió un imán para muchísimos niños que, sin dudarlo ni un poco, se acercaron a tomar un trozo del caramelo. En cierto momento, el hombre-golosina le entregó volantes a los padres de los niños, en los que se leía: “Así de fácil es para un pedófilo atraer a un niño. Estemos alerta”. Los padres, como yo, se quedan en estado de shock, porque ni siquiera ellos desconfiaron de un sujeto de apariencia literalmente tan dulce e inofensiva.  Quien quiera verlo (y, por favor, compartirlo), el video se encuentra en el canal de UnicefChile en Youtube con el nombre de “Unicef – Sweet Trick”.
Para el pequeño Ricardo, la Alerta Amber hizo la diferencia y permitió que fuera devuelto a sus padres antes de salir incluso del estado. Bien por la ciudadanía, ya que fue una llamada anónima la que permitió saber que un hombre sospechoso había abordado un tren en Hércules acompañado de un niño, y bien también por las autoridades, que no desestimaron la denuncia y  actuaron inmediatamente para alcanzar el tren, que ya se encontraba en el municipio de Pedro Escobedo.  Sin embargo, ¿cuántos casos más habrá que no se solucionan y que se pudieron prevenir con una adecuada información? ¿Cómo estar preparados?

Espero que pronto salgan a la luz otros datos que permitan definir qué pasó exactamente, para así tener herramientas que nos permitan prevenir este tipo de casos y cada vez menos familias deban enfrentarse a una situación de esta naturaleza, que definitivamente pone los pelos de punta tan solo de imaginarla. 
*Publicado en El Mosquito el 10 de noviembre
**Imagen tomada de internet.

La generación del milenio

Hace dos semanas les contaba mi impacto por aquellos papás que están sujetos a los caprichos de sus hijos y su incapacidad para ponerles límites y decirles que no.
Ayer por la noche, veía un programa de televisión en el que una “niñera” experta ayudaba a los papás de dos adolescentes a lidiar con la carga que sus hijos representaban ya que no eran capaces de hacer una sola tare a en el hogar. Literalmente ninguna. De hecho, me consternó una escena en la que el hijo (que además no es adolescente, sino que tiene ¡19 años!) está jugando videojuegos y le pide al papá que por favor le ponga unos calcetines… ¡y el papá obedece y se los pone! Me quede boquiabierta. Y la peor parte es cuando entrevistan al hijito mimado y dice: “esto es culpa de mi papá, él me educó así y ahora es su responsabilidad”. Cruel, pero tiene razón.
Cuando escuché eso no pude dejar de pensar en mis alumnos de universidad. Muchos de ellos tienen esa actitud de “tú eres responsable de bienestar y te corresponde brindármelo a cualquier precio y yo no tengo por qué hacer nada para ganarme nada porque todo me lo merezco”. En serio, estos chicos (llamados en inglés “milenials” o “generación del milenio) salen al mundo con una actitud que parece un tanto malcriada y retadora, en la que la prioridad son sus necesidades, enseguida sus necesidades y al final sus necesidades, pero eso sí, sin esfuerzo de por medio.
Son varios los factores que determinan estas actitudes de los “millenials” (a los cuales, según la agencia OMD, también pertenezco por un pelito, pues abarca a los nacidos entre 1981 y 1996). El acceso a la tecnología que ha facilitado su vida es uno de ellos. Otro factor es el haber nacido en familias menos numerosas, lo que incrementó la “renta” por niño, por lo que tuvieron mejores opciones en materia económica y educativa. Son jóvenes preparados académicamente, pero que han tenido que enfrentarse al actual entorno de crisis mundial en el cual, tener un título no es suficiente. También han alargado la estancia en casa de sus padres, en algunos casos hasta los 30 años o más, en parte por la falta de empleos bien remunerados y en parte por la comodidad que esto implica (porque son algo aprovechados de unos papás que darían todo por ellos).
Otro aspecto que los determina es su deseo de llevar una buena vida, no como sus padres que aprecian cualquier trabajo siempre y cuando esto implique buenos ingresos. Para los millenials es mejor no tener empleo que tener uno que no les guste (y entonces seguir de lapa en casa de sus papás, mantenidos por ellos).
Una gran inteligencia, su interés por la moda (de la buena), el acceso y uso familiar de la tecnología y la cultura pop son rasgos que los definen. Y tienen cosas buenas también, pues tienen una gran capacidad de adaptación, interés por tomar responsabilidades en sus organizaciones, gran facilidad para vislumbrar las necesidades del mercado y no muestran miedo alguno para tomar riesgos, características que según la agencia Deloitte, deberían ser altamente apreciadas por los grandes corporativos.
Entonces, ¿cómo sacarle provecho a lo bueno y minimizar las características negativas en los millenials?  Enfrentándolos a retos personales e intelectuales, porque ya mencioné lo mucho que les gustan. Poniéndoles metas y objetivos, participando con ellos de su interés por una buena calidad de vida, incentivándolos a involucrarse en actividades colectivas y, sobre todo, poniéndoles límites claros desde el inicio. Suena fácil, pero no lo es tanto para la generación anterior, los baby boomers, quienes quisieron evitar a toda costa que sus hijos sufrieran lo que ellos y por eso los mimaron hasta el cansancio (y en algunos casos, siguen haciéndolo). Los padres de estos chicos en verdad sufren al poner responsabilidades en sus hijos y padecen mucho más cuando tienen que hacerles ver las consecuencias de sus actos. Por eso hay algunos muy acostumbrados a romper los límites: porque al final nunca les pasa nada. Solo tienen que hacerse los sufridos un poco y tarde o temprano los padres y maestros cederán.

No quiero caer en el viejo cliché de “todo tiempo pasado fue mejor”. Creo más bien que debemos adaptarnos a las características de esta nueva generación y hacer lo posible por sacar a flote sus cualidades, que son muchas y muy interesantes en un entorno global en el que su adaptabilidad y su capacidad para tomar retos pueden hacer la diferencia.
*Publicado el 27 de octubre en El Mosquito
**Imagen tomada de www.altag.net

Tianguista: te envidio

Tengo que confesarles que tengo severos problemas con los tianguistas y ambulantes. Me da mucho coraje verlos como personas que se aprovechan de la frase “la unión hace la fuerza” para evadir las responsabilidades que el resto de los mortales de la clase media tenemos que cargar, sobre todo aquellas que tienen que ver con “ser formal”, es decir, pagar impuestos, darle un seguro a los empleados, hacer trámites de autorizaciones y pagar permisos, etc.
Traigo esto a la mesa por los recientes sucesos en el centro de Querétaro y en el Mercado Escobedo, donde se suscitaron algunas peleas entre inspectores y ambulantes a los que intentaban retirar tras los justos reclamos de los comerciantes establecidos que ven afectadas sus ventas por los mencionados personajes, que así tan simple y tan sencillo se colocan en la puerta de cualquier negocio a hacerle competencia sin los inconvenientes de pagar renta, sueldos o dar factura, cobijados bajo las alas de las poderosas organizaciones de “comerciantes” que los usan como moneda de cambio en cada elección para asegurar su permanencia y poder de negociación. Por eso nadie les hace nada.
No es un problema nada más de Querétaro, en todos lados es una lucha constante entre el comercio establecido y los informales (qué chistoso que los respeten tanto y no les digan “ilegales”, finalmente lo que hacen está fuera de la ley) y el respeto que les tienen como fuerza electoral es evidente en todos los niveles de gobierno. Si no, simplemente hay que ver las reformas propuestas en materia hacendaria en las que no se contempla ninguna medida para recaudar al menos un poco de este sector. Es más, eliminaron el Impuesto a los Depósitos en Efectivo (IED), supuestamente creado por el ex presidente Felipe Calderón para poder gravar de algún modo las ganancias de este grupo (aunque de paso también se llevaba a algunos otros, claro).
Podrán decir que los tianguis y puestos ambulantes son necesarios porque ofrecen opciones baratas para sus compradores. Pero quien haya ido últimamente a comprarles podrá darse cuenta que la diferencia de precios no es muy alta respecto a comercios establecidos. Y si han ido al famosísimo y tradicional tianguis de La Cruz, se darán cuenta de que algunas cosas como ropa y accesorios están incluso al mismo precio de tiendas de marca con el inconveniente de que ¡no son cosas de marca!
Y hablando precisamente de eso, es un tache más que desde mi punto de vista hay que ponerle a los negocios ambulantes: ofrecen mercancía de muy baja calidad o “pirata”. Y si tengo problemas con los ambulantes, no se diga con la piratería. Se me hace el negocio más bajo del mundo tomar el esfuerzo de alguien, copiarlo y aprovecharte de él sin ningún esfuerzo. Es una falta de respeto incluso a la propia capacidad; es como decirle al mundo: “soy un inútil, no puedo hacer nada por mí mismo, soy incapaz de hacer algo propio y necesito robar de otros las ideas que no puedo generar yo”. Más bajo no se puede caer.
Este abuso se comete descaradamente a la luz del día, pero pareciera que las autoridades son ciegas y sordas cuando de mano dura contra los ambulantes se trata. Poquísimas veces se hacen operativos contra la piratería y cuando se llegan a hacer, generalmente no hay detenidos, solo mercancía asegurada (¡ja!, como si les saliera tan caro reponerla, de a peso por “peli”). 

Pareciera que los gobiernos evitan a toda costa las confrontaciones con estos grupos, porque si lo hacen, se enfrentan a la posibilidad de una respuesta violenta, como sucedió esta semana. Y peor aún: se enfrentan a la posibilidad de perder un montón de votos asegurados por los líderes a los que solapan. Por eso los ambulantes ni se preocupan ni se acongojan, porque siempre hay un lugar para ellos bajo las alas del poder. Si alguien se queja mucho, los reubican; si no tienen luz, se las ponen (noten que en los lugares donde normalmente se instalan les tienen cajas con contactos, ¡vaya cinismo!); si necesitan algo, se los proporcionan (en Calzada de Belén y en Sombrerete, por ejemplo, les pusieron bases para que puedan colgar cómodamente sus lonas); les permiten cerrar calles impunemente, cosa que ninguno de nosotros puede hacer, ¿o sí? Por eso, más que coraje, les tengo envidia: ojalá el gobierno a mí –o a cualquiera de nosotros- nos tratara tan bien.
*Publicado el 6 de octubre en El Mosquito

La maestra y sus policías

Ayer terminé de dar un curso en el Instituto de Capacitación y Estudios de Seguridad del Estado, en donde se forman y capacitan los futuros policías de la ciudad. Vi a una generación de cadetes graduarse (empiezan sus labores el lunes) y otras tres están en proceso, un poquito más allá de la mitad. Le di clase a un total de 120 oficiales en formación.
Lo que puedo decir de esta experiencia es que fue tan sorprendente como satisfactoria. Lo que me causó sorpresa fue saber las condiciones en las que estudian, los sacrificios que algunos tienen que hacer para ingresar y después permanecer en el colegio, las problemáticas tan duras que algunos de ellos han vivido y las dificultades que enfrentan durante su formación.
La experiencia de ser cadete es en sí extraordinaria. Para empezar, están internos, llegan los lunes a primera hora y salen los sábados en la tarde. Viven, comen y duermen casi toda la semana en el instituto. Su rutina inicia muy temprano con sus ejercicios y todo el día están en entrenamiento, tanto físico como académico. Toman clases sobre leyes, reglamentos, desarrollo humano, manejo de conflictos, derecho, manejo del estrés, redacción, entre otras y en cuanto al ejercicio tienen acondicionamiento físico, rapel, intervención, atención de disturbios urbanos, patrullaje en bicicleta, corren a todas horas, se asolean, madrugan y se duermen muy tarde. Esta extraña comunidad que se conforma  de la noche a la mañana y que es obligada a convivir, colaborar, participar y compartir con un montón de extraños sin decirles “agua va”, conforma una experiencia humana extenuante en todos los aspectos. Por eso, para mí es aún más sorprendente ver el entusiasmo con que muchos de ellos toman su carrera policial. La disfrutan en serio; la mayoría tiene una gran vocación de servicio y en general podría decir que entre mis alumnos y alumnas había muchas buenas personas.
Se me olvidaba mencionar que me divertí mucho. Debido al enorme estrés en el que viven día a día, la risa de vuelve una válvula de escape, así que aprovechan hasta la más pequeña oportunidad para hacer un chiste y sacar a relucir su sentido del humor. Nunca me había reído tanto en las clases, ni siquiera cuando era estudiante.
Al Instituto aplican una gran diversidad de personas, así que hay de todo: muy jóvenes y no tanto, solteros y casados, con hijos y sin ellos, gente de diferentes ciudades, algunos con experiencia en algún tipo de corporación policiaca y otros muy novatos, lo cual vuelve el proceso aún más enriquecedor para todos, alumnos y maestros. Sin embargo, a pesar de tanta diversidad, la gran mayoría coincide en una cosa: que la parte más difícil de su formación es separarse de su familia.
También pude darme cuenta de que tenía muchos prejuicios al respecto de los policías y honestamente muchas de estas creencias cambiaron al conocerlos porque muchos de ellos lo están apostando todo para poder convertirse en elementos en activo y este paso tiene un gran significado en sus vidas porque en él tienen fincadas sus esperanzas de superación personal y de ofrecerle a sus familias una vida mejor. Y no miento cuando digo que muchos de ellos en verdad lo necesitan porque están en situaciones muy complicadas.
Para mí fue muy satisfactorio contribuir un poquito con este proceso; decidí tomar la oportunidad que se me ofrecía porque para mí es una manera de formar parte de la solución a un problema del cual muchos nos quejamos. Participar en la formación de un policía (o bueno, de muchos) es una responsabilidad enorme, pero creo que vale la pena si con eso podemos ayudarlos a mantener ese buen corazón y las buenas intenciones que en primera instancia los impulsaron a inscribirse en el curso de formación.

Esta es una de las experiencias más satisfactorias que he tenido en mi vida laboral y no exagero cuando digo que pocas veces me había sentido tan útil dentro de un trabajo. Definitivamente sería genial volver a tener la oportunidad de colaborar con ellos, así sentiré que aporto un poquito a generar ese ambiente seguro que todos queremos tener en Querétaro. 
*Publicado en El Mosquito el 29 de septiembre