3 de febrero de 2005

dieta...

las lágrimas engordan... lo puedo afirmar después de años y años de observación donde el sujeto de la investigación es mi propia persona...
todo comenzó desde mi más tierna infancia... puedo decir que siempre he sido un ser extremadamente sensible y ante cualquier cosa... léase, literalmente, cualquier cosa, me dan ganas de llorar...
pero, un padre autoritario, cuyo sentido práctico es siempre superior a cualquier otra cosa, solía siempre gritar, ante mis arranques de llanto: POR QUE LLORAS? LLORANDO NO VAS A SOLUCIONAR NADA!!!!!!!!!!!!
Y entonces aprendí a llorar para adentro, calladito, dejando que las lágrimas escurrieran poquito a poquito de los ojos a la garganta y de ahí a la barriga...
Claro que tuve una niñez relativamente feliz... lloraba, sí, pero en donde es socialmente bien visto, como en el cine (ese era un motivo válido) o de risa, después de largas sesiones de cosquillas, pero pocas cosas me hacían llorar de dolor, de ese dolor que siente uno cuando las cosas no resultan como uno las quisiera, por eso yo creo que todavía no se me notaba…
Pero, hoy, cuando ya ‘soy grande’ y me enfrento a la vida ‘adulta’ y he dejado atrás el confort de mi niñez me veo continuamente enfrentada a situaciones que me hacen llorar (y obviamente, el tragadero de lágrimas se ha puesto bueno)
Por eso puedo decirles que las lágrimas engordan… últimamente tengo más dificultades para subir las cremalleras o para cerrar los botones… así que decidí, al fin, ponerme a dieta, y comencé con una noche catártica, donde les di a mis lágrimas total libertad… y no fue fácil, años y años de reprimirlas las volvió un poco tímidas… primero, salió una, despacito, quedándose en el borde del ojo, aferrándose a las pestañas, con miedo de caer… al fin resbaló y entonces las demás ya no sintieron miedo y salieron a borbotones… una, dos, diez, cien, doscientas cuarenta y cuatro… y la lluvia de lagrimitas se prolongó durante horas, y de pronto la opresión en la barriga disminuyó…
Por eso decidí ponerme a dieta de lágrimas… el régimen es sencillo: una hora por las noches diariamente bastará, quizá en un par de años podré terminar de vaciar las bodegas, hoy repletas, por haberme negado tantas y tantas ocasiones el privilegio de llorar…

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Mira que chistoso, yo si soy bien chillon, y algunos acontecimientos me hicieron decir "ya no voy a llorar, no vale la pena" y estaba muy dispuesto a ya no llorar, pero iba a ser muy duro no poder dejar fluir tus sentimientos, asi que me uno a tu dieta... cuando saco cita, para que me des los detalles?

Anónimo dijo...

sacar cita...sacar cita...

chale*

&&&

Alexia Lefebvre dijo...

Me dieron ganas de llorar. Creo que lo más valioso es que sepas reconocer estas cosas. Yo lloro mucho, demasiado y a veces me da miedo transformarme en una regadera ambiental en pleno público. Pero, cada quien tiene que sacar lo que trae no se vale guardarlo...

RmurilloV dijo...

Yo no lloro, y no porque sea macho o alguna condición psicológica me lo impida, sino que son muy pocas las cosas que logran hacerme llorar. El cine y la música es lo que mejor tiene efecto.

Pero las cosas que ocurren en la vida, no logran soltarme llanto porque, lejos de llorar pa' dentro y enviarlas al estómago, encuentro un medio de canalización para ello: la escritura.

Sólo recuerdo un hecho que me hizo llorar durante horas cuando ya todos se habían deshidratado: la muerte de mi teta, la mamá de mi mamá de Cuernavaca. Estuve en el funeral/velorio durante cinco horas, quizá más, sin derramar una sóla lágrima, sin siquiera tener el impulso de detenerlas.

Mi mente es muy enferma: ya empezaba a maquilar una historia en la que pudiera explicar todas esas cosas que no podía demostrar en el más sencillo acto de llorar.

Estuve cinco horas pensando en la idea, en la premisa, en la trama. Incluso concreté un título llamado "El Funeral de mis Hermanos", y cuando no pude ver una historia sino sólo escenas (donde no participaban mis hermanos), empecé a llorar a moco suelto.

Mi mente es muy enferma. Mientras la gente me abrazaba y me decía cosas que ya sabía (todo lo que le podía y pude dar, se lo di en vida... y por alguna extraña razón, todos se extrañaron al verme llorar y no al contrario), mi cerebro tenía que racionalizar qué fue lo que detonó un llanto que no se pudo detener antes de las dos horas (cuando ya todos se habían calmado y calado) y me di cuenta que no fue la muerte de mi abuela, sino la ausencia de mis hermanos (a quienes, en ese entonces, tenía mucho sin ver) y lo que culminó todo: la escritura no me ayudó a sacar eso que tenía enclavado, y aunque pueda ser un poco *hideputa* el hecho de que diga que no lloraba por la muerte de mi abuela sino por la falta de mis hermanos (donde me cayó el veinte que sí me hacen mucha falta), el hecho es que lloraba porque así sacaba lo que en la palabra escrita no se me ocurría como.

Hoy en día, no tengo la necesidad de escribir "El Funeral de mis Hermanos" y agradezco el hecho de que llore tan poco, porque no hubiera escrito otras muchas cosas.

Maus! dijo...

Que bueno que puedas llorar! Creo que el mundo te prohíbe tanto tantas veces que ya no te queda nada más que aguantarte y tragartelo todo. Hasta los corajes que te hinchan de dolor... Tu terapia es buena... deberíamos juntarnos e igual y también acabaríamos sacando aquellas risas que nos tuvimos que tragar.
Muak