Me dijeron que comenzara esta participación
presentándome, así que ahí va: Soy queretana, queretanísima… por adopción. Sí,
soy de esa multitud que llega, camina por el Centro Histórico de Querétaro, se
enamora a primera vista y dice: “quiero vivir aquí”. No los culpo. A mí me pasó
cuando iba a comenzar a estudiar la carrera de comunicación, vine aquí a hacerlo
y me quedé a ejercer el periodismo, lo que me obligó a recorrer la ciudad,
primero, y luego el estado; cosa que me llevó a conocer múltiples personajes,
historias, anécdotas y a desarrollar una curiosidad infinita por lo que sucede
aquí, en este lugar donde llegan personas de todos lados y de todo tipo. Yo sí
me apropio de ese discurso político (medio ñoño, pero cierto) y me considero
afortunada (para no decir suertuda, no vayan a decir que estoy vendida) de
poder hacer mi vida aquí.
Pero no todo es miel sobre hojuelas; igual que la
mayoría, me indigno cuando las cosas no van bien. Cuando pasan esas cosas que,
no importa si eres queretano o no, te remueven la entraña, te hacen despotricar
(aunque sea en “tuiter” o “feisbuc”) y te hacen exclamar un sentido: “no es de
dios”. Yo también me subo a los camiones y pienso que ponerles “güifi” o
aplicar una tarjeta de prepago no es la solución a su compleja problemática,
porque por más que uno pase el dichoso dispositivo, eso no garantiza que bajen
el volumen a sus bocinotas con la-la-la-la-zeta (y no es que me moleste el
género, es que cualquier música en volumen estridente es fastidiosa y molesta).
Porque a veces parece que la posibilidad de conectarnos a internet desde el
colectivo, en realidad es una artimaña orquestada para distraernos y evitar que
notemos que atravesar la ciudad de extremo a extremo toma más de hora y media
(y en algunos casos varios trasbordos con sus respectivos $6.50 cada uno). Porque
no hay tarjeta que evite que los choferes se peleen el pasaje (como me pasó una
vez en un camión de la ruta R, que casi choca con uno de la 46 y que denuncié con
número de concesión, hora y descripción detallada en un tuit, pero se me exigió
acudir personalmente a las oficinas de Transporte para ratificar la denuncia,
cosa que –mea culpa- no pude hacer por falta de tiempo… y de ganas, pues, pero
esa es otra historia). Porque aunque el cobro sea moderno, no sé si eso evite
el sobrecupo, como sucede en la ruta B cuando la tomas en la Obrera a las 7 a.m.
o a las 6 p.m. y que provoca accidentes lamentables, como esa vez que el
conductor le atrapó una mano a un pasajero que iba colgado de la puerta,
causándole una herida considerable y al que todavía tuvo la desfachatez de
gritarle: “¡pues para qué puso la mano ahí!”. Sí, yo también me enojo cuando
estas cosas pasan (y me pasan), pero la idea es usar estos espacios para hablar
de ello y encontrar formas de hacer algo, aunque sea solo otro ciudadano de a
pie.
Hállame en “tuita”: @gildaria23
**Colaboración publicada en El Mosquito, Querétaro, el domingo 4 de agosto de 2013.
1 comentario:
Siempre me ha impresionado cuánto quieren los queretanos a su Querétaro. Quieren queretanos su Querétaro. Un trabalenguas que no se cansan de repetir. Qué bien, eso es una base muy importante para mantener y mejorar la calidad de vida de una ciudad: que sus habitantes quieran su casa, lo presuman y denuncien lo que está mal para corregirlo. Eso es el 50% del secreto de la vida de "primer mundo", la otra mitad es ejecutarlo en conjunto con los demás ciudadanos.
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