18 de agosto de 2013

La charola

Estaba de insomne en twitter cuando vi la denuncia del senador Pancho Domínguez: “Me acaban de robar mi camioneta c/violencia en Coyoacán suburban gris placas UMD2193”, escribió a la 1:36 de la mañana del jueves 8 de agosto. 
Senador Francisco Domínguez
El suceso ya deben conocerlo: él no estaba en la camioneta, las víctimas fueron sus colaboradores Guillermo y César, quienes fueron golpeados, y la denuncia se puso en el Ministerio Público 1 de Coyoacán. Hasta aquí la historia parecía uno de esos relatos más de la vida en el DF (donde, por cierto, también viví un par de años, no hace mucho). Te pegan, te bajan de tu camioneta, así, casual. Lo curioso y que llamó mi atención es que, justo durante ese día,  por ahí de las 7:43 p.m., el panista puso: “Agradezco a las autoridades por el apoyo que nos brindaron, debido al hecho del que fuimos víctimas ayer. La camioneta ha sido recuperada”.
Me da muchísimo gusto que se haya resuelto el robo, porque Pancho Domínguez me cae súper bien desde que le hice una entrevista hace muchos años, antes de que fuera siquiera político. Lo que no me da mucho gusto, e incluso me enfurece, es ver que aparentemente para que en México los ministerios públicos te atiendan de forma eficiente y que hagan su trabajo con rapidez tienes que ser ¡un político!; traer la “charola”, vaya. ¡Qué nefasto!
En 2010 le dieron un cristalazo a mi automóvil en el Centro Histórico y me robaron un smartphone nuevecito (sí, lo dejé en su caja pensando: “es Querétaro, no pasa nada”). Primero llamé a la Guardia Municipal, dos elementos se presentaron y básicamente me dijeron que no podían hacer nada y que si quería denunciar, lo podía hacer en el MP. Les pregunté si no era necesario que ellos me acompañaran o que me dieran sus datos, a lo que dijeron que no, que ellos levantarían en reporte y que el MP tendría acceso a la llamada que yo había hecho y así sabrían quién había acudido. Ya que lo pongo así, de verdad no entiendo por qué les creí.
Pues me fui a la agencia IX, como me dijeron los policías, y no había quién me atendiera. Llegué a las 8 de la noche. No había mucha gente, pero antes de mí estaba alguien que iba a denunciar el robo de una motoneta. Según yo, no había muchos más, pero una señorita me indicó que esperara. No recuerdo a qué hora me tomaron la declaración, pero sí que salí hasta la 1 de la mañana. Me tomó 5 horas poder levantar la denuncia. Recuerdo que la declaración la tomó una persona que me hizo pensar que se trataba de algún asistente del asistente del asistente, porque escribía sumamente mal. A lo mejor mi error fue no mencionar en el MP que en ese momento trabajaba en Gobierno del Estado para que, al menos, me atendieran más rápido.
Total que al fin tomaron mi declaración y salimos de madrugada. Días después, mi marido llevó el coche a que le hicieran un peritaje donde tomaron huellas y dijeron que se reportarían. Sigo esperando. Solicité los videos de las cámaras de seguridad de la calle donde ocurrió el robo. Envié oficios, un par de semanas le di seguimiento, pero no pasó nada.
Por eso la gente no denuncia: parece que no lo vale. El tiempo y recursos que uno invierte en ser siquiera atendido no compensa los resultados (porque normalmente en estos casos “menores” no los hay). Pero, claro, si a todos nos atendieran como si fuéramos senadores, muy probablemente habrían agarrado al ratero en ese mismo instante, yo tendría mi teléfono y hasta se habría desmantelado una red completa de robo a vehículos en el centro de la ciudad.
Es este tipo de cosas las que nos roban la fe en el sistema, que nos hacen rabiar contra los políticos y que a ellos les hacen pensar que efectivamente las cosas marchan bien, como ellos dicen. Pues sí, ¿cómo van a saber cómo es en verdad poner una denuncia, si no tienen que hacer fila? ¿Cómo van a saber cuánto cuestan las cosas, si a ellos se les da todo? No tienen idea porque viven una realidad diferente. Ellos viven en colonias de calles sin baches, con exenciones y descuentos en sus impuestos, no pagan su gasolina, tienen chofer, no necesitan el transporte público, les recogen la basura, les pagan sus comidas y les devuelven sus camionetas cuando se las roban. Por eso debemos creerles cuando nos dicen que todo va de maravilla: para ellos, así es.

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