A veces me siento partida completamente en dos... estoy en un punto de mi vida, donde me observo desde afuera y veo en mí dos extremos que parecen irreconciliables: por un lado estoy yo con mi caparazón, caminando por la vida como si fuera así de sencillo, alzando la voz, pisando fuerte, determinada, guerrera, alegre, vivaracha, con toda la gente a mi alrededor diciendo: eres súper fuerte, súper segura, sin que sepan que, del otro lado, atrás de esa imagen está esa parte de mí que es miedosa, que es insegura, que es carente, que teme más que nada al rechazo y al abandono, que tengo miedo de que no me quieran como soy: sensible, llorona, temerosa, frágil, con una insaciable necesidad de reconocimiento y de apapacho...
Y aunque me costó enorme trabajo poder verme así, tal cual, con mis dos extremos (hasta tuve que hacer una maestría para que me cayera el 20, ja!) la parte difícil hoy en día es: y cómo los reconcilio?
Mi yo "fuerte" pasó muchos años rechazando a mi yo sensible... odiando a esa miedosa oculta bajo la máscara... pero no se puede ignorar lo evidente (y seguro que de seguir haciéndolo podría no acabar bien) y la realidad está ahí, con esas dos caretas tiradas en el suelo, una junto a la otra, pero en el espejo no alcanzo a adivinar el rostro que quedó debajo o a lo mejor únicamente se trata de que no me reconozco porque, aunque siempre he estado ahí (obvio!) nunca me había mirado tan auténticamente como hoy...
Vaya, pues, junto con esta confesión, una disculpa por adelantado... si mi lado duro explota a la menor provación o si estallo en llanto ante el mínimo roce de una fibra sensible, resulta que mis dos extremos están expuestos como nunca antes y todavía no aprendo a conciliarlos...
1 comentario:
Los dos son tú, mientras ames a los 2 rostros, (o 3 o los 4, los que aparezcan en el día), coexistirán sin problema.
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