Hace mucho que para mí no hay flores. Será quizá que ya desde hace un buen tiempo nadie necesita conquistarme, porque soy yo la que propicia encuentros, la que busca, la que se da sin la necesidad de un verdadero cortejo.
Será también que no requiero de rituales de perdón, ni de agradecimientos. Pues ya qué, así soy.
Tal vez se trata de que ya no es primavera, sino ardiente verano y a veces lluvia de otoño que cae junto con hojarascas para revolverlo todo; será que quedó atrás el entusiasmo juvenil y con los años uno se cree muy maduro para esas cosas, hasta ecologista se vuelve uno y pues pobrecitas flores, mejor no abusar.
No tengo rosas, menos gardenias -mis favoritas- porque parece que no las necesito, porque no las pido, porque a veces finjo que esas cosas no importan y que bastan una mirada, un café, la rutina a veces pesada del amor y la vida cotidiana.
Pero sí, confieso que sí necesito el olor a sorpresa, el detalle de estar presente para alguien, no sólo en lo obvio, porque soy tantito miope y la vista no me funciona. Quiero tocar ese mensaje que me dice "me importas", "quiero conquistarte", aunque por mi entrega no haga falta, porque cada hombre con el que he estado sabe con certeza que soy suya, porque me tienen tan segura que ya no hace falta ni que me llamen ni que me busquen porque aquí estoy desde el primer día, casi sin que lo intentaran. Pues ya qué, así soy.
Pero que tengan cuidado: no sé, a lo mejor aparece de pronto un caballero andante sin armadura y con ramilletes baratos me diga que le gustaría tenerme también, que le importo lo suficiente para tomarse el tiempo de llamar mi atención con el perfume de una rosa, de una gerbera o una gardenia -mi favorita.
6 de octubre de 2016
No hay flores
27 de septiembre de 2016
Recurrencia
-Si escribieras un libro, ¿qué lugar me tocaría en tu historia?
-Es muy pronto para saber...
-Quizá, pero entonces me gustaría ser algo más que un personaje incidental... o sea, al menos más de una aparición, ¿no crees? Un capítulo o una temporada completa, digo, si tú quieres.
-No sé... creo que el problema es que mi vida ahorita no es una novela, sino sólo un tonto cuento de ficción... Una fantasía, una mala rutina de stand up o un sueño...
-En ese caso, puedo ser tu conejo blanco, tu oruga, tu sombrerero...
-Ándale, eso me gusta.
-¿Te busco el hoyo negro?
-Ay, ¿ya ves? Eres bien payaso.
-Jajajaja. Ni aguantas nada, chiquita.
-Jajajaja. Eres bien loquillo. Ya, pásame mis cosas, que ya me tengo que ir.
-No te vayas...
-Tengo que despertar...
...
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-¿?
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-Ya voy... Ya...
-La-ho-ra-es-cin...
Click.
8 de septiembre de 2016
Basta y sobra
Es cierto: siempre me diste entrada y dejaste la puerta abierta, para cuando se me ofreciera pasar.
Era extraño saberte otro muy diferente cuando estabas en esa intimidad creada por nosotros dos. Nadie me creería si les contara que eres un dulce, a veces salado, pero con ese aire infantil del que en público nunca hubo un solo dejo.
Sí, a mí me enseñaste todo de ti, desde tu cuerpo desnudo hasta tus miedos más grandes, tus repulsiones, tus manías... Todo lo vi, pero qué chiste tenía si nunca a nadie se lo pude decir.
Era cierto, invariablemente respondiste a mis coqueteos, pero fue hábilmente con maniobras debajo de las mesas, detrás de las escaleras, entre las cortinas... encontrando sin falla cómo hacer para que no se te notara. Siempre me ardió saber que yo nunca iba a gustarte tanto como tú me gustabas a mí.
Sabías dosificar tu atención, de modo que me mantuviera disponible. Y sí, a cambio de ese resquicio de pasión que guardabas para mí estuve siempre dispuesta a gastar mi saldo amigo en nuestras llamadas a deshoras, a mantenerme anónima para no ensuciar tu imagen de normal cordialidad, a escabullirme contigo... feliz con los destellos de interés por los que aguantaba sin chistar las cascadas de sutil indiferencia. Todo por obtener tus arrebatos en los que hacías pedazos mi ropa interior y mis ganas; la vida por lograr que me gritaras tus comentarios soeces y tus solicitudes indecentes, a las que gustosa accedí, porque calientes siempre fuimos y estaba claro que la química funcionaba a la perfección siempre que la puerta estuviese cerrada.
Sí, es verdad que yo no te gustaba tanto, pero sí lo suficiente, y con eso... mira, con eso a mí me bastaba.
24 de agosto de 2016
De eso se trata...
No soy de esas a las que puedes presumir a los cuatro vientos. Soy más bien silencio y una risa que se ahoga de vergüenza.
No soy un sol resplandeciente que ilumina tu jornada, sino más bien apenas el destello de un cigarro que se enciende a lo lejos en un oscuro callejón.
No soy un velo, ni la lluvia de arroz de ese único día...
Soy cualquier día, el que se puede, cuando tú quieras.
Soy una mano escurridiza, soy insaciable; soy tu sudor, tu cansancio, tu locura. Soy una llamada y una provocación que nadie nota, porque basta cualquier cosa cotidiana para entendernos, para escaparnos. Si fue una excusa o un motivo, ¿eso qué importa? Sólo se trata de ser contigo y que tú puedas ser también lo que tú quieras; que seas mi historia, si te place, y si no, que seas tres puntos suspensivos...
Porque sabemos que siempre se puede ser un párrafo nuevo, otra idea principal o incluso, pues ya qué, una idea secundaria, un borrador que nunca se concreta o un ensayo entero sobre la lujuria, sobre el amor, sobre la vida, sobre ser tú y ser yo cuando hay lazos irrompibles, aunque no nos une nada y aunque nos separa todo.
De eso se trata...
12 de agosto de 2016
No soy letra...
Tú dijiste que me escribirías, que harías de mí la heroína de una de tus historias. Que sería yo la inspiración de un cuento, aunque obviamente no sería una princesa, quizá simplemente una plebeya que cuenta día a día sus aventuras en el camión.
Sigo esperando. Tus letras no me han llegado y la energía ya no me da para inventarme cosas nuevas que te inspiren, no sé, una canción sobre mí siendo tu cómplice en whatsapp, o un verso sobre esa vez que te eché aguas mientras desquitabas tus ganas en una camioneta. No tengo aún en mi buzón una carta en la que menciones mis viajes improvisados, los reencuentros esporádicos o la risa maliciosa por las historias del Tinder.
Mis pasos siempre fueron más pequeñitos que los tuyos, no solo por una evidente cuestión de estatura (o enanura, en mi caso), sino porque siempre fuiste más allá de donde yo podía alcanzarte.
No importa. Todavía no me muero y sé que, algún día, seré una vez más tinta indeleble en tus manos.
29 de junio de 2016
La calle
Por circunstancias de la vida llevo un par de días (este es literalmente el tercero) trasladándome en transporte público. Pese a que mucha gente se queja y normalmente juzga la situación de incómoda, la realidad es que andar en la calle a pie es algo que disfruto mucho.
En estos dos días he tenido ya una serie de experiencias que no suelen ocurrir cuando uno va solo en su auto. La mejor de ellas ha sido el gesto de generosidad que tuvo hoy una mujer, Esther, quien me dio amablemente los $8.50 que cuesta el camión cuando notó mi confusión al darme cuenta de que se me habían caído los $50 que traía para el pasaje. De entrada, me dio muchísima pena aceptarlos... No podía creer que una extraña estuviera dándome dinero así como así... Pero sí, así era: desinteresadamente pagó por mi pasaje y yo no pude más que darle gracias a ella y a Dios por sentar la junto a mí. Qué hermoso privilegio el de poder recibir un gesto así.
Durante el breve trayecto (Yo me bajé antes) pude saber de ella que trabaja en un albergue para niños maltratados y en situación de calle. Me hizo mucho sentido. Me dijo que ahí se ven tantas cosas "que detalles como este son nada". Coincidí.
¡Esto es lo que extrañaba de la calle! ¡Este es el infinito gozo que encuentro en ella!
Qué felicidad volver a ella... qué emocionante volver a ser peatón; bienvenidas sean las experiencias.
4 de junio de 2016
Prueba de rutina
"¡Qué ganas de aburrirme contigo!, de que pasen los días y nos caiga la edad encima, de discutir por la ropa sucia o de cansarme de ti por ser tú. Quiero que me pase eso contigo... Que nos pase juntos... anda, di que sí ".
Y su vida fue tan real como la de cualquiera. Un amor a prueba de rutina.
21 de enero de 2016
Catarsis... sobre un tipo de violencia del que a veces ni cuenta nos damos.
Mientras tanto, le pedí a una enfermera que me proporcionara papel y lápiz para poder escribirle un mensaje a mis familiares. Les escribí que estaba bien, que no había comido y que me habían vuelto a bajar a “toco”. Le pedí a una trabajadora social que se los entregara para que estuvieran tranquilos, pues yo estaba segura de que nadie les había avisado que nuevamente estaba en urgencias, cosa que era verdad: afuera tardaron en enterarse.