-Si escribieras un libro, ¿qué lugar me tocaría en tu historia?
-Es muy pronto para saber...
-Quizá, pero entonces me gustaría ser algo más que un personaje incidental... o sea, al menos más de una aparición, ¿no crees? Un capítulo o una temporada completa, digo, si tú quieres.
-No sé... creo que el problema es que mi vida ahorita no es una novela, sino sólo un tonto cuento de ficción... Una fantasía, una mala rutina de stand up o un sueño...
-En ese caso, puedo ser tu conejo blanco, tu oruga, tu sombrerero...
-Ándale, eso me gusta.
-¿Te busco el hoyo negro?
-Ay, ¿ya ves? Eres bien payaso.
-Jajajaja. Ni aguantas nada, chiquita.
-Jajajaja. Eres bien loquillo. Ya, pásame mis cosas, que ya me tengo que ir.
-No te vayas...
-Tengo que despertar...
...
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-¿?
-La-ho-ra-es-cin-co-trein-ta-a-e-me.
-Ya voy... Ya...
-La-ho-ra-es-cin...
Click.
27 de septiembre de 2016
Recurrencia
8 de septiembre de 2016
Basta y sobra
Es cierto: siempre me diste entrada y dejaste la puerta abierta, para cuando se me ofreciera pasar.
Era extraño saberte otro muy diferente cuando estabas en esa intimidad creada por nosotros dos. Nadie me creería si les contara que eres un dulce, a veces salado, pero con ese aire infantil del que en público nunca hubo un solo dejo.
Sí, a mí me enseñaste todo de ti, desde tu cuerpo desnudo hasta tus miedos más grandes, tus repulsiones, tus manías... Todo lo vi, pero qué chiste tenía si nunca a nadie se lo pude decir.
Era cierto, invariablemente respondiste a mis coqueteos, pero fue hábilmente con maniobras debajo de las mesas, detrás de las escaleras, entre las cortinas... encontrando sin falla cómo hacer para que no se te notara. Siempre me ardió saber que yo nunca iba a gustarte tanto como tú me gustabas a mí.
Sabías dosificar tu atención, de modo que me mantuviera disponible. Y sí, a cambio de ese resquicio de pasión que guardabas para mí estuve siempre dispuesta a gastar mi saldo amigo en nuestras llamadas a deshoras, a mantenerme anónima para no ensuciar tu imagen de normal cordialidad, a escabullirme contigo... feliz con los destellos de interés por los que aguantaba sin chistar las cascadas de sutil indiferencia. Todo por obtener tus arrebatos en los que hacías pedazos mi ropa interior y mis ganas; la vida por lograr que me gritaras tus comentarios soeces y tus solicitudes indecentes, a las que gustosa accedí, porque calientes siempre fuimos y estaba claro que la química funcionaba a la perfección siempre que la puerta estuviese cerrada.
Sí, es verdad que yo no te gustaba tanto, pero sí lo suficiente, y con eso... mira, con eso a mí me bastaba.