... tomó el camión y, como todos, echó las monedas casi sin ver en las manos del chofer. Pasó indiferente, una, dos, tres filas... ir hasta atrás en esta ruta no siempre era conveniente, porque había muchos topes y sin duda era más que incómodo. Se sentó. Con Café Tacvba en sus oídos se dispuso a dormir. Recargó su cabeza en el vidrio y fue entonces cuando la vio. Estaba ahí, en ese reflejo, tal cual la recordaba. Volteó a su derecha y al otro lado del pasillo la reconoció. Sí, era ella. Mira cómo es la vida, venir a encontrarla aquí.
Dudó un poco... después de todo ¿qué podía decirle? Había pensado tanto en ella, sin embargo, no sabía a ciencia cierta cómo reaccionaría al saberlo.
Mientras tanto ella, nerviosa y sin darse cuenta de que la miraban, veía fijamente al frente, con un pie fuera del asiento.
Él no supo qué hacer. Sentía que la amaba demasiado... y mientras pensaba en esto, la vio levantarse, caminar dificultosamente hacia la puerta, dando tumbos, y bajar.
Se quedó impotente, pero ya no le importó, conocía muy bien ese sentimiento.
Ni modo, dijo para sí, otra que se va. Juro que a la próxima, al menos le preguntaré su nombre.
Dudó un poco... después de todo ¿qué podía decirle? Había pensado tanto en ella, sin embargo, no sabía a ciencia cierta cómo reaccionaría al saberlo.
Mientras tanto ella, nerviosa y sin darse cuenta de que la miraban, veía fijamente al frente, con un pie fuera del asiento.
Él no supo qué hacer. Sentía que la amaba demasiado... y mientras pensaba en esto, la vio levantarse, caminar dificultosamente hacia la puerta, dando tumbos, y bajar.
Se quedó impotente, pero ya no le importó, conocía muy bien ese sentimiento.
Ni modo, dijo para sí, otra que se va. Juro que a la próxima, al menos le preguntaré su nombre.